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guna cosa o a exponerle cualquier necesidad, incluso, como nii\os, cualquier impertinencia. »Grande, por otra parte, era el diSgusto que experimentaba cuan– do alguno de los nifios era despedido por su mala conducta y sin ha– berse él enterado de nada. Recuerdo a este propósito que en cierta ocasión fueron despedidos por ese motivo dos nii\os de los mayores, poco antes de ser enviados al noviciado. Su diSgusto fué tan gxande, que en modo alguno pudo disimularlo en varias semanas, llevando muy a mal aquella falta de confianza; y, creyéndose hasta ofendido, preguntaba con amargura a los del mismo curso de los mencionados nifios por qué no le habían dicho a él nada, por qué no le habían enterado de todo, cuando las cosas tenían todavía remedio y cuando, de haberse acudido a tiempo, seguramente no hubtera ocurrido aque– lla desgracia.» Del sentir del padre Carrocera son cuantos pasaron por el Semi– nario Seráfico durante el prolongado tiempo en que fray Primitivo fué Hermano del colegio, o en dicho ca1.1go fueron Superiores o Pro– fesores del referido plantel educacional. Sólo algunos testimonios serán suficientes para demostralo. Todos decían que siendo un cargo difícil de desempei\ar, y que hasta entonces no se había resuelto satisfactoriamente, se creyó, y con razón, que, por fin, se babia dado con la persona más indicada para tal oficio. Era una verdadera madre con los alumnos, cuidán– dose siempre de ellos, con un afecto vigilante y continuado, sin zala– merías ni excesos inoportunos o reprensibles en ningún momento; y aunque este trabajo le absorvia tanto tiempo·, casi nunca se diS– pensó de las prácticas relig.iosas que la regla impone. Dado su carácter serio y fuerte, quiZá no se apreciara en él una piedad demasiado piadosa y afectiva. Pero si, en cambio, una piedad profunda y seria, como su propio carácter. Muchos podemos acreditar su caridad para con los niños en los largos añ.os que fué Hermano del colegio. En esto fué incansable. Me consta cómo en cierta ocasión me manifestó que su propósito par– ticular era llevar siempre la presencia de Dios. Era sumamente abne– gado; se levantaba muy temprano y se acostaba muy tarde, siempre pendiente de los n.iños, porque era el Hermano encargado de ellos. Si era carifioso y paternal en todo momento, lo era singularmente con los enfermos, aunque siempre evitaba los extremos de excesivo rigor o excesiva blandura. Obediente sobremanera a los Superiores que le propusieron apren– der el oficio de chófer, el siervo de Dios se habilitó muy pronto para conducir una camioneta que un bienhechor habla obsequiado al convento de El Pardo, para llenar las necesidades de los religiosos 330

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