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seo de que fray Alejo estuviese con nosotros, por la veneración que le profesábamos. En la penitencia, sobre todo, era extremo: el há– bito y el cordón más pobres eran, ciertamente, los de fray Alejo. En la comida, como él era el cocinero~ para si se servia de continuo lo que sobraba de días anteriores; lo que para otros no servía. De esto nos dábamos perfecta cuenta. El rigor con que se disciplinaba causaba espanto, pues los duros golpes que descargaba sobre su cuei~po resonaban entre todos los demás, que la hacíamos al m1smo tiempo; parecía que descargaba sobre cosa extrafía e insensible. La pared de la tribuna del convento de Montehano podría decirnos algo de estas crueldades de fray Alejo, pues la vimos manchada con salpicaduras de sangre. Debia llevar su cuerpo cargado de mor– tificantes cilicios. En una ocasión cayó enfermo de cierto cuidado, y dispuso el padre guardián que le visitase el médico, y éste tuvo necesidad de reconocerle, y recuerdo que dijo estas palabras: e¡ Qué carnicería tiene hecha fray Alejo ·en su cuerpo!~ Era observantisimo para todos los actos comunes y muy afable en su trato. Todos le apreciábamos ·mucho por sus virtudes con que nos tenía verdadera– mente edificados. »En cierta ocasión, durante las recreaciones extraordinarias le preg.untó un novicio: cFray Alejo, ¿cuál es el mejor modo de amar a Dios?» Fray Alejo, sonriente, respondió: «A Dios hay que amarle sin modo ni medida.» Asi creo que le amaba él.» (Padre José María de Chana.) «En el convento de Montehano conocí al hermano fray Alejo de Terradillos, con quien viví mi postulantado y noviciado hasta el 1 de agosto de 1916. En todo ese tiempo, con mis ojos de novicio, siempre prontos en esa época para reparar en la menor inobser– vancia, no vi nunca ninguna en fray Alejo; antes bien, observé siem– pre en dicho hermano una auster~dad de vida, junto con una dul– zura de trato, más para admiradas que para imitadas.» (Padre Ma– nuel de Hontoria.) IV De Montehano {l. La Coruña.-Trabaja por cuatro.- Paz ~nalterable.-Devoto y caritativo.-Tres virtudes predi– lectas: la oración, la penitencia y el espí1ritu de trabajo. Trasladado fray Alejo desde Montehano a la recién fundada Re– sidencia de La Corufía, también allí esparció el aroma confortante de sus virtudes entre reUgiosos y seglares, adquiriendo justamente 278

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