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otras muchas cosas y ocasiones pude apreciar su desprendimiento por favorecer a sus hermanos. Y lo mismo era en el servicio con los de fuera de casa, porque en cuanto le llamaban a él, sobre todo en la asistencia a enfermos, le faltaba tiempo para corresponder a las llamadas, aunque estuvieran los enfermos distantes y él tu– viera otras ocupaciones., «Respecto de su caridad para con el prójimo recuerdo que, a trueque de prestar sus servicios, no le importaba dej arnos solos cuan– do con él estábamos en las visitas que le hacíamos en el -convento. Entonces le llamaban a confesar y se iba sin el menor reparo. El amor a Dios y a la Regla lo hizo compatible con los deberes de la piedad familiar, y así, aunque era muy buen religioso, rnos trataba con mucho cariño a todos sus deudos, y cuando iba al pueblo él acu– saba esa misma solicitud. Recuerdo como prueba de que hacia com– patible una cosa con otra lo siguiente: Su pueblo distaba de León unos doce kilómetros, y repetidas veces, cuando él estaba allí de profesor, organizó excursiones al pueblo, llevando consigo a toda la comunidad, que era atendida por sus familiares con merienda, viéndose el siervo de Dios: complacidisimo con todo ello.» «Trataba con mucha caridad a los prójimos. Y así, cuando en cierta ocasión rehusó prudentemente la invitación de un ricachón carente de piincipios religiosos, lo hizo con gran caridad, rehusando al mismo tiempo ir a otras ca~a.s. yendo sólo con los sacerdotes. Tra– taba -con cariño a todo el mundo. En mi ca.sa se daban limosnas, sobre todo en determinados dias del año, y todos lo veíamos muy bien, y el propio siervo de Dios se encargó algunas veces de ·repar– tirlas conforme a las órdenes que nos daban nuestros padres. Des– pués, ya religioso, la caridad para con los prójimos la practicó más bien en el orden espiritual, pues a él nunca le tocó, por lo que yo recuerdo, el cujdado de las cosas materiales del convento.» VI Prudencia sobrenatural.-EncomiabZe tortazeza.- Amante de la justicia.-Siempre templado. Tres clases de prudencia suelen distinguir los tratadistas: Pru– dencia de la !Carne, o sagacidad para llenar cumplidamente la.s exi– gencias más amplias de la sensualidad. Prudencia natural, que dicta medios adecuados para conseguir un fin honesto. Y prudencia sobre– natural, virtud que en cada momento señala la senda a seguir para al'Canzar el fin ultraterreno, destino definitivo del hombre. El siervo de Dios ¡padre Andrés poseyó la prudencia sobrenatural, 24

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