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m Al convento de Santander.- Projesor de Humanidades. Vicesecretario provincial. - Acto heroico de caridad.– Trabajos en el Archivo Provincial. Felizmente ha terminado el padre Ramiro los prolongados estu– dios de la carrera eclesiástica; es, por lo mismo, razonable que em– piece a ejercer los sagrados ministerios, para lo cual le trasladan los Superiores del Colegio Mayor de León al convento de Santander. en donde inicia el santo apostolado de la palabra y asiste asidua– mente al confesonario, especialmente en diversos pueblos de la pro– vincia montañesa. Stn embargo, aunque se sentía cómodo en la nueva vida y con actitudes para los mtnísterios sacerdotales, poco tiempo permaneció ejerciéndolos, ya que en el verano del año siguiente fué traS>ladad() al Seminario Seráfico de El Pardo con el cargo de profesor ·de Hu– manidades. Pero tampoco aquí le dejan parar más de un curso, por– que en 1933 viene destinado al convento de Jesús de Madrid para desempeñ.ar las funciones de vicesecretario provincial. Desde luego que era especialmente indicado para dicho oficio por su carácter sencillo, por su trato amable, por el espíritu de laboriosidad de que estaba dotado; por su tendencia a servir a los demás y por el respe– to y sumisión a los Superiores. Celebrado el Capítulo Provincial en agosto de 1934, fué el padre Ramiro confirmado en el carg.o. (Tablas Capitulares.) Desempeñaba el siervo de Dios este último oficio cuando un ve– nerable hermano lego regresado de las misiones de v,enezuela, car– gado de años y de méritos, llamado fray Pedro de Ascarza, contrajo en Madrid la enfermedad de la lepra, cuyos gérmenes probablemente traía del trópico, pues alli tuvo que repartir infinid.ad de veces li– mosnas a pobres atacados de tan demoledora enfermedad, la cual era, además, de la llamada brava y contagiosa, según testimonio de facultativos. Por este motivo hubo que llevarle al Hospital de In– curables de San Juan de Dios. El padre provincial designó a su vicesecetario para que, de cuando en cuando, fuera a ver al herma– no, confesarle, consolarle, acompañarle en el Hospital, que estaba fuera de la villa de Madrid, por lo menos una vez a la semana. El padre Ramiro aceptó dicha designación, y una o dos veces por se– mana iba a cumplir la obediencia al Superior y la caridad para con el enfermo leproso, llevándole frutas y otras golosinas que podía 242

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