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VII A la cárcel de El Escori~l.-Santo celo por sus campa– fieros de prisión.- Precaución prudente. -Al despacho del director.-Supremo rasgo de caridad.-Al martirio. Proceso de· beatificación. Por la época en que el siervo de Dios estaba preso en la cárcel de Guadarrama, presionaron fuertemente las fuerzas nacionales con– tra las de los rojos, razón por la cual tuvieron éstos que correr hacia El Escorial, llevándose a los dos prisioneros, padre Carlos y joven soldado Ladislao. Alli los encerraron también en una sola habtta– ción, a la cual condujeron a otro joven falangista, natural de Al– meria, llamado Osear Godoy. Cuando entró éste en aquella prisión, los otros dos recluidos procedieron con la debida cautela, por si era algún espia de los mismos rojos. Pero, naturalmente, se dieron cuen– ta de que los tres podían tratarse con entera confianza, rezando juntos el santo rosario y otras oraciones, y esmerándose el padre Carlos con santo celo para preparar a Godoy a una buena muerte, ya que con razón podía sospecharse, como así sucedió. siendo ase– sinado pocos días después de haber entrado en aquella cárcel, y según parece mostró humanamente gran valor, porque no temia dirigir a los rojos que los custodtaban palabras que hubieran sido impropias en labios del padre Carlos, religioso y ministro del Sefíor. El siervo de Dios, según testimonio del joven Ladislao, nunca reaccionó con– tra sus perseguidores y contra los que tan bárbaramente le apalea– ron violentamente, ni por eso se quejó de ellos; sufrió resignada– mente, con envidiable paciencia y mansedumbre. Cualqu~er persona honrada encarcelada en aquellos días corría el peligro de ser asesinada por criminales vulgares, prescindiendo de toda formalidad judicial, lo mismo en el lugar de la prisión que al salir a la calle, si por casualidad acordaban su libertad, que en muchas ocasiones era la sefíal de la muerte. De ello se percataron nuestros ilustres presos, y por eso, aunque los carceleros cerraban la puerta por fuera, los presos la atrancaban por dentro, idea que partió del padre Carlos, y que él la reaUzó con el fin de que si venían por la noche a asesinarlos a traición, hubiera el indispensable mar– gen de tiempo para poder dar la absolución sacramental a sus dos compañ.eros de infortunio y levantar algo su espíritu para el supre– mo sacrificio. En este último calabozo no les daban alimentos cocidos o pre- 233

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