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diez pesetas de limosna, y para que alivie de una pena a una amiga mía.~ (J. Vega Alvarez.) «Corría el mes de febrero del año 1952. Ante la cama que una joven ocupa, gravemente €nf.enna, me encuentro repasando las pá– ginas de El Santo; pasan unos renglones que dicen: «Tú que tienes cara de Cura también para arriba~, y cayó sangrientamente liqui– dado el padre Ambrosio de Santibáñ·ez. De pronto cruza por mi mente la presencia del mártir ante Dios, y su poder para el milagro. Seguidamente le digo: «Te encomiendo su cura~, prometiendo publi– carlo y dar una limosna en su nombe... Así lo hago ahora, encontrán– dose la joven completamente curada.» (l. Ramón Ordóñez, perito mecánico electricista.-San Fernando de Cádiz.) Salinas, 12-II-56.~Padres Capuchinos de Santander.-Reveren– dos padres: Habiendo recibido una gxacia encomendada al padre Am– brosio, se lo comunico a ustedes.~ (J. V. Alvarez.) «Por intercesión del padre Ambrosio nos libramos varias personas de una muerte segura en accidente de autómovil y motocicleta; en aquellos instantes peligrosísimos le invoqué con toda confianza, y no me pasó otra cosa más que el explicable susto.» (Isidro González.) Toda persona sensata y desapasionada juzgó la persecución es– pañola como verdadera persecución religiosa, y por eso, que una buena parte de los que entonces cayeron víctimas de los rojos, fueron werdaderos mártires de la fe. Las circunstancias de la prisión del padre Amb-rosio, su conducta en el barco, y su muerte, engendraron el pensamiento de que podría tal vez la Iglesia reconocer la veraci– dad de la muerte del siervo de Dios por causa de la Religión, en odio a la fe y a Dios, y, por consiguiente, elevarle algún día a la gloria del Bernini. Ante semejante optimismo, por cierto bien fundado, se gestionó la introducción del proceso de Fama de martirio, como realmente se introdujo en la Curja Diocesana de Santander, junta– mente con el de otros do.s religiosos capuchinos asesinados también por aquellos días de destrucción y de muerte. Efectivamente, el día 17 de noviembre del año 1952 se inició el Proceso Ordinario Infor– mativo sobre la Fama de martirio, y más tarde, el de la búsqueda de los escritos; y, por últ1mo, el de no culto público. La vida piadosa y apostólica durante la prisión del padre Ambro– sio fué presenciada por muchos testigos que no sucumbieron como él y que han aportado los valiosos testimonios ya consignados en pá– ginas anteriores, para hilvanar estas notas biográficas. Entre ellos varios dignísimos ministros del Señor, compañeros de prisión y de sufrimientos, todavía supervivientes al consignar estos datos; seis distinguidos caballeros, dos que ya murieron, pero que como todos los anteriores también dejaron importante informe escrito y firmado 177 12

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