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El año de 1931 fué nombrado vtcario del convento de Santander. y en 1933 guardián o Superior del mismo, confirmado en dicho car– go en 1934. (Actas capitulares.) «En todo este tiempo que desempeñó el cargo de guardián vi en él siempre la conducta de un religioso ejemplar, amante de la ob– servancia regular, exhortando a los súbdttos a la g.uarda de las le– yes... Como Superior eligió el término medio que aconseja la pru– dencia, no siendo ni demasiado rígido ni tampoco débil para sostener la observancia regular en sus súbditos, a quienes procuró atender en sus n€cesidades espirituales y temporales, sin queja razonable contra su modo de gobernar la comunidad.» (Padre Eugenio de Vi– llamañán.) m Momentos delicados.-La persecución religios{t.-Sereno ante ia tempestad. Hecho sabido· es que durante el dominio rojo en España, turbas, de facinerosos, incenct¡arios y asesinos, ofuscados por el odio feroz a todo lo religioso y sobrenaturaJ, destruían y robaban cuanto podían en iglesias y conventos, muchos de los cuales entregaban a las lla– mas y mataban cuando l€s era dado a sus pacíficos moradores. Se– mejante situación .se presentó especialmente alarmante en la ciudad de Santander, dominada por los comunistas y gentes del Frente Po– pular. Estado tan angustioso imponía grave responsabilidad a los Superiores, oblig.ados a velar por el bienestar de sus súbd¡tos. En dicha coyuntura se encontró el siervo de Dios, Padre Ambrosio, en los últimos dias del mes de julio de 1936. Pero ni por un momento perdió la serenidad ni se entregó a una confianza temeraria ante los gravisimos acontecimientos, sino que, «pocos días después del Movimtento, y habiendo consultado al cónsul de Cuba, reunió la comunidad, repartió entre los religiosos por igual los fondos que en– tonces había, correspondiendo a cada uno alrededor de trescientas pesetas. Salimos del convento; él lo abandonó el último. Todavía, por indicación del mismo padre, volvimos a decir misa y confesar, sobre todo la víspera de la Porciúncula. Pero por la tarde de dicho día ya fuimos detentdos dos padres. Y aunque el padre Ambrosio volvió a celebrar el día 3 de agosto, recibida que hubo una esquela que pudimos enviarle los detenidos, cerró definitivamente la capilla y el convento, y después salió a refugiarse en casa de una familia caritativa.» (Padre Eugenio de Villamañan.) 159-

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