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res eran las preocupaciones de los Superiores y mayor la responsa– bilidad y el trabajo que sobre ellos pesaba, y como el padre Fernando era, por el año 1934 y si,g.uientes, hasta la hecatombe, consejero y Secretario Provincial, sobre él recaían muchos de esos trabajos y res– ponsabilidades, entre otros la de ir a Portugal para ver la posib~lidad de trasladar allí a algunos religiosos y colegiales, si el caso perento– rio lo requería y eran realizables los proyectos acordados. Por eso, .aunque su hermano don José le ofreció insistentemente que fuera a pasar una temporada con la fa;milia, máxime cuando estaba vera– neando en el pequeño poblado de Antas, el padre Fernando le con– testaba: «En cuanto al ofrecimiento que me haces relacionado con dicha feliz mansión, ya comprenderás que es imposible para mi el aceptarlo, aunque no el agradecerlo muy de corazón. No son estas -circunsta,ncias para abandonar el campo, sino para permanecer en la brecha.» (Carta sin jechr,t a su hermano José.) El año de 1936 visitó al siervo de Dios su hermano José en el con– vento de Jesús de Madrid, y lo encontró enfermo de colitis aguda que venía padeciendo, notándole físicamente agotado. Le pidió entonces insistentemente que se decidiera a pasar unos días de descanso con la familia en el ya indicado pueblo de Antas; pero no consiguió nada, porque aunque el buen hermano intentó hablar con los Superiores para obtener rel permiso, el siervo de Dios no lo consintió, porque decía que le reclamaban en el convento sus ocupaciones. Antes de esta entrevista habia estado el padre Fernando en Portugal, por los asuntos ya relatados, siempre deseoso de reintegrarse a su con– vento a causa de las 'Critica-s ci.rcunstancias porque atravesaba Es– paña. <<Antes había recibido yo una carta suya f:echada en los pri– meros días de 1936, acusándome recibo de la felicitación que yo lo había enviado, o sea, después del 30 de mayo, porque en ella me acusaba recibo de mi felicitación que le hice en tal fecha. En esta carta también vuelve a insistir en que no puede abandonar el con– vento, ante la invitación que yo le había hecho tantas veces para que viniera a nuestra casa de veraneo· ... Y es que a la sazón preva– lecía en su ánimo la fundación de Portugal, aparte de las preocupa– ciones naturales que a todos nos agobiaban en aquellos tiempos tan difíciles para España. De todo lo cual puede inf·erirse que el siervo de Dios estuvo siempre dispuesto a llevar los acontecimientos tal como el Señor los fuera permitiendo, y que i.ncluso tuvo el presentimiento que iba a ocurrir el tremendo desastre que sobrevino, pues yo mismo le hablé de esto en mi entrevista, por lo que yo quise que fuera a mi casa de veraneo, que nunca hubiera accedido a mis deseos.» 96

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