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54 ANUARIO MISIONAL txia-tsuang, presidente dc!l consejo escolar de Huo-sui, de quien an· teriormente se ha hecho mención, se mantuvo pertinaz en sus erro· res y falsas tradiciones nacionales. Pero en almas naturalmente buenas y sencillas prE'ndla y se arraigaba como en terreno abonado Ja semilla evangélica. A las charlas acudían muchos rojos, unos por curiosidad y otros por esplritu de contradicción, a Ja manera de los fariseos y saduceos del Evangelio. Ya se sabe que los rojos no creen en Dios ni en la inmortalidad del alma humana. Es lo prime· ro que hacen saber a las gentes que se ponen en contacto con ellos, sin duda como justificativo o paliativo de su conducta. La religión católica, lo mismo que las demás religiones, es para los comunis· tas una aberración, un desvarlo mental. Negada la moral religiosa es natural negar la verdad religiosa. Buen cuidado tenia Wang-tai– itxi de predicar a los suyos y a todos los campesinos cultivadores de tierras que no se preocuparan de Dios ni de Ja otra vida, pues– to que todo lo sobrenatural no era más que un mito. Oídas mis ex· plicacloni:s acerca de Ja existencia de Dios algunos rojos me pre– guntaron: cY dónde hallas tú a tu Dios?•-cLe hallo, contesté, en todas las cosas.• Y enumeré largamente las que se ofrecían más a la vista. • Quién ha visto a Dios?• insisten de nuevo.-«Le vieron, digo yo, en una forma o en otra muchos hombres del Antiguo Tes– tamento; y ajesucristo, que es Dios encarnado le vieron miles de personas mientras vivió en la tierra y conversó con los hombres.• -•Cómo sabes tú que Jesucristo fué visto por miles de personas?• -•Lo mismo que sabemos la vida de los emperadores y grandes personajes que hubo l!n China hace ya miles de silos. •- •Y el al· ma humana quién la ha visto?•-•La vemos indirectamente en sus operaciones. Fijáos en la gran diferencia que hay entre los anima· les que matásteis ayer para comer sus carnes y el Inteligente, de· cidldo y elocuente se//ng que os guia. A qué se debe esa diferen· cia? A la que existe entre el alma racional del hombre y Ja irracio· nal de las bestias.• Pero los rojos no pareclan dispuestos a dejarse convencer por mis argumentos. Para ellos nada era creíble si no estaba al alcance de sus sentidos y de su caletre. ~Véis vosotros, continúo yo, que la tierra da vueltas en derredor del sol, y que mu– chas de aquellas estrellas de arriba son mayores que e~te mundo sublunar?•-Es que tampoco eso cret.mos.-No Jo creeréis vos– otros; pero lo creen, mejor dicho, lo saben a ciencia cierta todas las personas instruidas¡ y si no queréis creerme ami por ser extran· jero y misionero apelo al testimonio de Tu-txia-tsuang, que no quie– re ser cristiano, y al del profesor Sing Tsao, y al de todos estos

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