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136 ANUARIO MISIONAL matar el hambre. Muchos días no tenía otro alimento que arroz sin sal; y eso en poca cantidad. Cayó gravemente enfermo de vómitos; y se prep3rópara morir. Contra toda esperanza, cedió la <!nfermedad. Pero viendo la imposibilidad de permanecer en aquel paraje, deter– minó retirarse a algún pueblo. En cuanto los indios supieron la de· terminación del misionero, sintieron gran desaliento; y más de mil huyeron a sus bosques para continuar su vida errante. En Enero del 44 predicó misiones en Valencia y otros pueblos, que abandonó para acompañar hasta Caracas a un Padre Ignacio Femandez, dominico, que estaba enfermo, por las mismas causas. Nuevamente fué destinado a la Parroquia de Tiznados y a Tó– mulos; hasta que por orden del Arzobispo regresó a Caracas, don· de le fué confiado el cargo de Vice-rector y Director espiritual del Seminario. En el rnes de Diciembre fué otra vez atacado de fuerte y grave disentería. Aunque muy bien atendido por los médicos se– ñores Echenique, la enfermedad continuaba rebelde, por lo que se vió precisado a regresar a Europa, embarcándose en el puerto de la Guayra el 8 de Junio de 1845. Marsella le probó muy mal; pero se restableció en Tolosa. Recuperadas las fuerzas, regresó a Vene– zuela, reuniéndose con los Padres de la residencia de San Felipe. Al estallar la revolución en aquella República, pasó de nuevo a Eu· ropa, para vivir en el convento de Brujas, que ya conocía. Tal era la fama de santidad del austero misionero, quefué nombrado Maes· tro de Novicios. En los conventos de Enghien, Amberes y Hiace– bronk, no menos que en el de Brujas se guarda todavla recuerdo de la extraordinaria virtud de nuestro Padre Ugar. Después fué nombrado Guardián del convento de Bayona, por el Rmo. Padre General: De allí se trasladó a Madrid, reuniendo algunos religio· sos con quienes comenzó a vivir en el convento de El Pardo, en el año 1868. Pero fué sorprendido por la revolución de los generales Prim, Serrano y Topete, fracasando los proyectos y esperanzas del Padre Guillermo, que huyó a Bélgica por tercera vez. Finalmente, en el año 1879 pasó al convento de Pamplona que acababa de ser restaurado. Y dos años más tarde, al de Fuenterra– b!a, cuando tenla ya ochenta y un años de edad. Falleció santamen– te el dla 20 de Marzo de 1885, después de sesenta y ocho años de vida religiosa. Venerable Padre Esteban de Adoain Fué ilustre por su gran fama de santidad y por su fecundlsima labor apostólica, que rebasa los límites de lo verosímil, hasta el punto de haber sido calificado como el más grande misionero del siglo diecinueve. f

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