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872 ANTONIO HEREDIA SORIANO partidos, contra dogmas políticos» 70. Unamuno era un anarquista civilizado que se movía libre «en la circunferencia que ciñe al cen­ tro y a los extremos»; un inquieto hombre universal, pero encar­ nado y patriota, que por «sentir el juego dialéctico y fecundo de las con trad icciones, raíz y sostén de la conciencia viva», intentó inútilmente la compenetración de los contrarios en ese manico­ mio suelto que, según él, llegó a convertirse España en tiempos de la República 71. Ningún grupo le hizo caso y, por tanto, ninguno le satisfizo plenamente, ni siquiera aquellos que luchaban contra la caótica situación, como la Falange de Jo s é Antonio. Cierto que ésta se aproximó al maestro haciéndole saber, incluso por boca de su fun­ dador, lo mucho que había tomado de su obra y pensamiento 72. Pero Unamuno se resistió siempre a la confusión, al liderazgo y no digamos a la afiliación. Ni antes ni después de su contacto con Falange, ni antes ni después del 18 de julio, ni antes ni después de su adhesión al Ejército, dejó de hostigarla con creciente ener­ gía y agrio sarcasmo, si bien supo diferenciarla con nitidez de otros grupos guiados por «el sentimiento materialista de la histo­ ria» 73. Pero a todos, a todos, incluida la Falange a la que pertene- 70 M. de U namuno , OC, VII, o. c. en n. 2, p. 1017. 71 «¡Pobres hombres los que se ponen a tiro hecho a marchar, por la derecha o por la izquierda, sin vaivenes ni bamboleos y sin comprender que no se abraza un problema sino a dos brazos, derecho e izquierdo, apechugándolo al corazón —que es centro alterutral— , y para manejarlo con ánimo, no diestro ni zurdo, sino maniego!» (U n a m u n o , «Programa de un cursillo de filosofía social barata, V», en Repú­ blica española..., o. c. en n. 55, p. 383). Su pesimismo sobre la posibilidad de lograr entre los españoles la integración de los contrarios, o lo que él llamaba la «alterutra- lidad», queda patente en estas palabras de mayo del 35: «¡Ay, Dios de mi España!, ya que, por ley natural, no me quedan muchos años de ella, de mi tierra; mas aunque me doblaran la vida no lograría hacer entrar este sentido dialéctico —histórico— de la Historia, este juego fecundo de las contradicciones, en esas almas de cántaro» (U n a m u n o , OC, VII, o. c. en n. 2, pp. 1143-1145); «Creeríase que España se ha vuelto un manicomio suelto» ( ibid., IV, p. 1315). Sobre la misma idea: Id., República espa­ ñola..., o. c. en n. 55, pp. 413, 434. 72 Francisco Bravo: o. c. en n. 10. Véase también del mismo autor: «Unamuno y el Movimiento Nacional», Orientación Española, Buenos Aires (1-2-1938): 26, n. 10. 73 U namuno , El resentimiento..., o. c., en n. 46, pp. 27, 33, 39, 47-49, 51, 55-57, 59; Id., OC, VII, o. c. en n. 2, pp. 1071-1073, 1155; t. VIII, pp. 1242-1244, 1247; t. IV,

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