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FRAY LUIS DE LEÓN, EN LA SENDA SALMANTINA TRIBUTOS DE LA CIUDAD DEL TORMES Y SUS POETAS 1. EL LUGAR AMENO DE LA FLECHA •Era por el mes de junio, a las vueltas de la fiesta de San Juan, al tiempo que en Salamanca comienzan a cesar los estu­ dios, cuando Marcelo (...), después de una carrera tan larga como es la de un año en la vida que allí se vive, se retiró, como a puerto sabroso, a la soledad de una granja que, como V. M. sabe, tiene mi monasterio en la ribera del Tormes». Así nos introduce el fraile agustino en De los Nombres de Cris­ to, dando lugar al coloquio de los tres amigos —Marcelo, Sabino y Juliano— que, ante la vista gozosa del campo, o enmudecen melan­ cólicamente o arden en deseos de hablar y cantar, como los pájaros. Han transcurrido ya algunos días. En la mañana del día de San Pedro, después de haber dado al culto divino lo que se le debía, todos tres jun tos se salieron de la casa a la huerta que se hace delante de ella. «Es la huerta grande, y estaba entonces bien poblada de árbo­ les, aunque puestos sin orden; mas eso mismo hacía deleite en la vista y, sobre todo, la hora y la sazón. Pues entrados en ella, pri­ mero, y por un espacio pequeño, se anduvieron paseando y gozan­ do del frescor; y después se sentaron juntos a la sombra de unas parras y junto a la corriente de una pequeña fuente, en ciertos asientos. Nace la fuente de la cuesta que tiene la casa a las espal­ das, y entraba en la huerta por aquella parte; y corriendo y estro­ pezando, parecía reírse. Tenían también delante de los ojos y cerca de ellos una alta y hermosa alameda. Y más adelante, y no muy lejos, se veía el río Tormes, que aun en aquel tiempo, hinchiendo bien sus riberas, iba torciendo el paso por aquella vega. El día era sosegado y purísimo, y la hora muy fresca».

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