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q- Me AR. Santísimo Sacramento, que lo visitaba más á menudo, y por ma- yor espacio de tiempo, y que cuando estaba en el Convento, así que despertaba por la noche se iba con mucha prisa y grande alegría á visitar á Jesús Sacramentado. ¿De dónde procedía este anhelo, este vivisimo deseo de estar siempre delante del Santísimo Sacramento sino de la profunda fé que tenía en la presencia real y verdadera de Jesucrista bajo las especies Sacramentales? Una fé tíbia, una fé común, una fé ordinaria no comunica tanta devoción. Toda su vida consagró el jueves para dar al Santísimo Sacramento un culto es- pecial. En las misiones acostumbraba predicar sobre tan sublime é inefable misterio, y promover su devoción y culto. Se refiere que en el Convento de Marchena le sucedió el pro- digio siguiente: En la madrugada de un día que tenía que predicar sobre el ine- fable misterio del Santísimo Sacramento, levantóse muy de maña- na para meditar cómo explicaría á los fieles tan incomparable ma- ravilla de modo que el auditorio pudiera comprenderlo mas fácil- mente, Necesitaba un ejemplo que de alguna manera pudiera ha- cer ver la posibilidad de existir el Cuerpo de Jesucristo simultánea- mente en tantos lugares cuantos son los sitios donde hay Formas Consagradas, no obstante ser esencial y numéricamente uno. Absor- to en esta hermosa y grave meditación salió el sol, y un rayo de luz penetrando por un agujerillo de la ventana se reflejaba en la pared de enfrente, y formaba un bellísimo y magnífico viril en cuyo cen- tro se figuraba una. forma de gran tamaño, y en la circunferencia una multitud de formas de menor diámetro. El rayo de luz siendo uno solo, se terminaba á la forma de mayores dimensiones, y refle- jaba todas las demás que formaban la circunsferencia, Sorprendió- se el beato Diego á la vista de tan hermosa y expresiva maravilla, postróse en tierra y adoró el profundísimo arcano del augusto Sa- cramento de nuestros altares, dando gracias á Dios por haberse dig- nado favorecerle poniendo á su vista un ejemplo tan sublime y magnífico, y del que se sirvió para que el auditorio comprendiera mejor este gran milagro de la sabiduría, del poder y de la bondad de Dios. No es posible comprender los misterios de la fé, de lo con- trario dejarían de ser misterios; no debemos admirarnos que la reli- gión verdadera esté llena de misterios, porque toda la naturaleza está también llena de los más altos é impenetrables misterios. No

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