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las especies consagradas, y por eso el emblema de la fé es una figu- ra con los ojos vendados y llevando en su mano un cáliz y una hos- tia. La deficiencia de los sentidos y de la razón no puede ser supli- da sino por las luces de la fé: pretet Fides suplementum sensuum de- fectus. El dogma católico sobre el Santísimo Sacramento, centro in- mortal de todo el culto cristiano, ha sido una piedra de escándolo aun antes de su institución. Cuando Jesucristo explicó claramente su intención y deseo de perpetuar su presencia entre nosotros hasta la consumación de los siglos, y satisfacer así la necesidad de su gran- de y amoroso corazón, muchos de sus discípulos se preguntaron con asombro é incredulidad: ¿Cómo podrá este darnos su carne y su sangref y se separaron de Jesucristo. No comprendieron que había allí un gran misterio, un gran misterio de poder, un gran misterio de inteligencia, un gran misterio de amor, y este fué el origen desu apostasía. Su pernicioso ejemplo ha tenido imitadores en todos tiem- pos. Casi todas la primeras heregias atacaron el doma de la presen- cia real de Jesucristo en el Santísimo Sacramento, el Protestantis- mo lo combatió á su vez, y la incredulidad impugna con marcadu preferencia esta gran maravilla del saber, del poder y de la bondad de Dios. Para conservar la fé y la piedad del pueblo cristiano nada hay más apropósito que la propaganda de la devoción hácia el Santísimo Sacramento; pero esta propaganda está reservada á las grandes al- mas, y supone una fé sumamente viva, y un amor muy ardiente. La Divina Providencia, atenta siempreá las necesidades de la Ivle- sia, en los mismos días en que una filosofía falsa, impía é incrédu- la proclamaba la soberanía absoluta de la razón, negaba el orden sobrenatural, y toda religión fundada en la revelación divina, con- fió á nuestro beato Diego la sublime misión de confirmar á los pue- blos en la fé, y como lo que más difícilmente se cree es lo que más fácilmente se niega, debia aplicarse de una manera especial á ex- plicar la doctrina católica sobre el Santísimo Sacramento, defender- la contra los errores de la incredulidad, é inflamar el corazón de los fieles con las llamas del divino amor hácia tan elevado y augusto misterio, Para llevar á feliz término tan santa obra era indispensable que nuestro beato Diego tuviera una fé profunda en la presencia rea]
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