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la tierra: creer firmemente ahora para ver en la eternidad: ado- rar y amar ahora con toda la Iglesia militante la verdad suprema, velada con las venerables sombras de la fé, para amarla y adorarla después con toda la Iglesia triunfante en lo alto de los cielos don- de brilla con los más hermosos y vivos resplandores, presentándose á la contemplación de los bienaventurados tal cual es en sí misma, sin velos, sin sombras, sin enigmas. Sí, cuando nuestro beato Diego acostumbraba á los fielesá can- tar el sublime y tierno Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, líbranos, Señor, de todo mal; cuando los acostumbraba á cantar en en el destierro de este mundo el no menos tierno y sublime: Santo, Santo, Santo Señor Dios de los ejércitos: llenos están los Cielos y la tierra de vuestra gloria, no hacía sino enseñarles á tantar el cán- tico de la Patria inmortal, el cántico siempre nuevo que resuena en la celestial Jerusalén, el himno que estremece de júbilo á todos los bienaventurados, y llena sus corazones de la más profunda y dulce alegría. Había en esto un gran pensamiento de fé, una grande esperan- za, una grande caridad. Sus nobles y piadosos deseos no fueron de- fraudados. La devoción á la Santísima Trinidad es todavía una de las más populares de la raza española, así en España como en Améri- ca, donde el Santo Trisagio se reza públicamente con frecuencia, y en todas las calamidades, especialmente en los terremotos y tem- pestades, se implora la protección divina, y los beneficios de su mi- sericordia con esta elevada y hermosa plegaria: Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal: líbranos, Señor, de todo mal. PARAGRAPFO II. Devoción del beato Diego al Santísimo Sacramento. Si grande y heróica fué la devoción del beato Diego á la Santí- sima Trinidad, no fué menos heróica la que profesaba al augusto y venerable Sacramento de nuestrus altares. Después del misterio de la Santísima Trinidad y el de la Encarnación del Verbo Divino, el más sublime, profundo é impenetrable misterio de nuestra santa fé es indudablemente la presencia real y verdadera de Jesucristo bajo
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