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a conocido por la sola razón natural, sino que es el culto que se le da en cuanto es conocido por la revelación que el mismo Dios nos ha hecho en orden á su esencia: que él es uno en la esencia, uno en la sustancia, uno en la naturaleza; que él es trino en las perso- nas; que él es naturalmente, y de consiguiente, desde toda eterni- dad, por intrínseca necesidad de su ser Padre, Hijo y Espíritu San- to; que de tal manera es así que no puede ser de otra manera; que no es así por su propia voluntad, sino por la absoluta, eterna é inmutable necesidad de su esencia, esto es lo que no puede saberse sino por una revelación especial de Dios, porque el conocer la ver- dadera esencia de la divinidad no es, ni puede ser natural sino al mismo Dios: ¡Cuán incomprensibles son sus juicios é investiga- bles sus caminos! ¿Quién ha conocido los secretos del Señor, ó quién ha sido su consejero? Nadie ha conocido sus secretos, y so- bre todo los secretos de su ser, los misterios de su esencia soberana, los arcanos de su vida sino aquel á quien Dios mismo los ha re- velado:: quae sunt Dei nemo cogno vit nisi Spiritus Dei. La gloria suprema de Dios, su potencia soberana consiste pre- cisamente en ser él quien es, es decir en ser naturalmente Padre, Hijo y Espíritu Santo. En esto consiste igualmente su inmutable, eterna, é infinita felicidad. De consiguiente, el culto de la Santísima Trinidad no es un culto común de la divinidad, sino un culto especial, esto es, el culto fundado en la más grande revelación que Dios ha hecho á sus criaturas viadoras, el culto que se refiere al supremo misterio de su naturaleza: venerar, adorar la Santísima Trinidad es dar un culto supremo á la unidad de la esencia divina, y á la trinidad de sus personas, es adorarlo en cuanto es naturalmente Padre, Hijo y Espíritu Santo. Imposible es explicar con cuánto celo propagó el beato Diego el culto de Dios en cuanto es naturalmente Uno en la esencia, y naturalmente Trino en las personas; imposible es explicar con cuánto esmero trabajó para arraigar en el pueblo la fé en tan elevado y profundo misterio. En explicar esta verdad fundamen- tal, y excitar la piedad de los fieles á la devoción de este supre- mo arcano, fué verdaderamente infatigable. Su boca hablaba de la abundancia de su corazón, y sus obras revelaban la profunda piedad con que veneraba la Santísima Trinidad, y los ardientes

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