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también la más difícil de creer. La razón no encuentra en parte al- guna algo que se parezca, que tenga analogía, que refleje el gran misterio de la indivisible unidad de Dios en tres personas divinas: tres personas divinas en una sola naturaleza, una sola naturaleza en tres personas divinas, de modo que la unidad de substancia ¿mpli- que la trinidad de personas, y la trinidad de personas implique la unidad de naturaleza, de esta verdad no se ve ninguna imagen perfecta y auténtica en la creación. Ninguna criatura encuentre dentro ni fuera de sí misma algo que pueda conducirla al conoci- miento de la naturaleza intrínseca de Dios. Nó; que Dios sea na- turalmente Padre, Hijo y Espíritu Santo, ninguna criatura puede comprenderlo, ni deducirlo de ningún principio, ni encontrar nin- gún ejemplo. Los vestigios que de la Santísima Trinidad han en- contrado los Santos Padres y los teólogos en las criaturas, son tan vagos y ténues que no pueden darnos bastante luz para vislumbrar tan impenetrable arcano. No es de admirar, pues, que este elevado y profundo mis- terio, razón y causa suficiente de la existencia del mundo, de sus leyes, de sus destinos, de sus principios, causas y efectos, haya si- do la piedra de escándalo de todos los espíritus indóciles y pre- suntuosos. Las herejías que más han perturbado la Iglesia, han sido los errores contra el misterio de la Stma. Trinidad. Los siste- mas filosóficos más funestos son los que tienden á establecer la imposibilidad de que Dios sea naturalmente Padre, Hijo y Espíri- tu Santo. De ellos nace el panteísmo, el racionalismo y el natura- lismo como de su propio principio. La negación del orden sobre- natural absoluto para todas las criaturas, es el origen de todos sus grandes errores, La te logía revelada debe, pues, defender ante todo, esta ver- dad soberana y primordial, fundamento y origen de toda otra yor- dad, así real como ideal, á saber, que Dios es naturalmente Uno en la esencia, substancia ó naturaleza, y naturalmente Trino en las personas. Aceptada esta verdad, que es el gran misterio entre los grandes misterios, el arcano impenetrable entre los insondables abismos de la ciencia y sabiduría de Dios, no puede haber dificul- tad particular en admitir los demás misterios de nuestra santa fe, y someterse á ellos con toda sinceridad. La heroicidad de la fe de nuestro beato Diego se revela por la
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