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95 Fray Emiliano de Cantalapiedra / •••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• de los dedos de la mano derecha, y yo sin poderme mover, porque si quito la mano voy rodando hasta el río. Nada más bajar al río y caminar un rato por él, nos sale al paso un tremendo oso, más negro que un tizón, parándose bien parado delante de nosotros y sin miedo. En vista de todo esto decidimos no seguir para adelante, pues casi no se veía y eran sólo las cinco y media de la tarde. Total, nos retiramos de aquel lugar por miedo al oso y buscando un lugar seguro para pasar la noche. Y ahora, a prepararnos para pasar lo mejor que podamos la noche Pero ¿cómo? Mojados, sudados y sin comida. Entre los regalos que llevábamos a los biakshi iban unos paquetes de caramelos. Con ellos engañamos el hambre. ¡Nos supieron a gloria! Unos se pusieron a cortar leña para hacer una fogata, otros cortaron palos y palmas para hacer un cobertizo y protegernos algo, era la única manera de aliviar la noche toledana que nos esperaba. Antes de intentar conciliar el sueño rezamos el santo rosario buscando la protección de nuestra Madre. Amanece el día 12 de abril de 1961. Enseguida nos ponemos enmarcha hacia Santa Rosa, llevando encima nuestra gran hambre. En esos momentos ignorábamos qué nos había pasado. Los biakshi, escarmentados por su descalabro en el enfrentamiento con los de Irapa, y sabiendo que eran muy pocos, había extremado las medidas de seguridad. Nosotros esperábamos ver el comienzo de un sendero, pero éste empezaba a varios metros del suelo: había que subir una grandísima piedra, ayudados de un bejuco. Nosotros pasamos de largo delante de la piedra, era el sitio donde encontramos los desperdicios de comida. De allí a las casas de los biakshi había sólo dos kilómetros más o menos. Total, fracasó nuestro intento por un pequeño detalle. ¡Dios sabe lo que hace! A la larga fue providencial que no estableciéramos contacto con los biakshi, ese encuentro hubiera demorado nuestro viaje y éramos más necesario en otro sitio.