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93 Fray Emiliano de Cantalapiedra /' ••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• Allí, enfrente, pero fuera de la Zona Indígena Reservada, otro hermano de este hacendado estaba haciendo otra hacienda. ¿Se trataría de unir ambas? Pero... "arriba está el que para abajo mirá' (y ese quien, es Dios nuestro Señor). Gracias a Él el plan no se cumplió, pues en caso contrario, los barí hubieran perdido, tal vez, miles de hectáreas y, ¡de las mejores! Las idas y venidas del Tukuko a la motilonia y de la motilonia al Tukuko eran muy frecuentes. Siempre íbamos el P. Adolfo y un servidor acompañados de yukpas y barí. En una de esas venidas, al hacer escala en la estaciónmisional de Santa Rosa, se nos vino a la cabeza, seguir el curso del río Santa Rosa hacia arriba y contactar al subgrupo yukpa biakshi. Estos yukpas eran familiares y conocidos de los yukpas del Tukuko, que en gran parte eran yukpas de Irapa; en una pelea entre ambos grupos, irapeños y biakshi, se separaron y nunca más se volvieron a comunicar. Todo lo que los misioneros sabían sobre la existencia de este grupo, que presuntamente, estaba muy disminuido, eran los relatos de los yukpas del Tukuko. Por lo que decían, la reyerta sucedió veinte años antes y de los biakshi habían muerto la mayor parte y, se los creía ubicados en las cabeceras del río Santa Rosa. Y dicho y hecho: el 11 de abril, primer día de la novena de la Divina Pastora, como no había camino, empezamos a avanzar por el curso del río Santa Rosa. Y camina que te camina río arriba, estábamos muy seguros de llegar a la primera vivienda biakshi antes del medio día, pues según los cálculos del P. Adolfo, que había sobrevolado la zona en helicóptero, supuestamente, quedaban las viviendas por ese sector. Todos estábamos segurísimos de que antes del mediodía ya estaríamos con los biakshi, les obsequiaríamos los caramelos y otras cosas que llevábamos y ellos, en correspondencia, nos darían de su comida. Pero una cosa son las imaginaciones y otra la realidad de la vida. A las once de la mañana, según íbamos caminando por el río creímos que ya estábamos cerca, pues se veían de lo mejor, dos o tres ranchos, un poco retirados, aunque no mucho, pero sí en un alto bastante regular. Íbamos todos fijándonos bien hacia la izquierda del río, que era donde
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