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87 Fray Emiliano de Cantalapiedra _!' ...... . ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• una Salve a la Virgen del Camino y reemprendimos la marcha. Quedan todavía once kilómetros hasta el Tukuko. Nuestra llegada fue todo alegría y comentarios, preguntas y más preguntas; sobre todo de los misioneros seglares Cesáreo Barrios y Manuela, su esposa, que fueron los primeros que nos vieron llegar y nos obsequiaron enseguida con café y refrescos. ¡Buena sed y buen cansancio traíamos! Fui a la capilla a saludar a nuestro Señor Sacramentado y a darle gracias por su ayuda en este largo, lluvioso y penoso viaje. A pesar de los pesares quedé con ganas de volver pronto a repetir el viaje. De momento, no podía ser: tenía que ir a Guarero a recoger las cosas que allí tenía y pasarme después a Sinamaica a pintar esa casa que aún no había sido pintada. Aún estuve cinco días en el Tukuko. Llegué a Guarero el 11 de diciembre, la Misión me causó una grata impresión con la casa de las hermanas, la escuela, el internado de niñas, el dispensario, la capilla... ¡Qué diferencia cuando llegué por primera vez! Esto lo llamaban Cajutamana y aquí sólo había unos cuantos chivos sueltos y nuestra casa. Todo lo demás estaba en unos ranchos en el pueblo viejo. Me causó mucha pena pensar que el P. Clemente, que tanto trabajó para levantar todo esto, no lo iba a disfrutar ni un poco, pues había sido cambiado a Sinamaica. La casa de Sinamaica, aunque hacía algunos años que estaba terminada y habitada, no había sido pintada. Urgía que yo lo hiciera. Por eso, al día siguiente de llegar a Guarero, por la tarde, como a la seis, salí para Sinamaica. Al día siguiente, 13 de diciembre, empecé mi trabajo. Lo hice yo solo y tardé quince días completos. Pinté la casa de arriba abajo. Hasta el techo fue raspado y pintado con pintura de aceite, pues por estar cerca del mar, el salitre estaba oxidando las vigas de metal. Fui a pasar las Navidades en Guarero con el P. Clemente, las hermanas lauras y los guajiros de allí. Todo resultó de lo mejor en las nuevas instalaciones, la nueva capilla (aunque era provisional), y ese nuevo ambiente misionero tan familiar. Al día siguiente de llegar fui con el P. Clemente al centro misional de Guana para visitar a la comunidad de Hermanas de la Caridad de Santa Ana que estaban recién llegadas.

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