BFCLEO00033-H-100000000000000
85 Fray Emiliano de Cantalapiedra }" ....... el momento de llegar a esos dos bohíos memorables. Y anda que te anda, entre barrancos, barrizales, charcos, que parecían pequeñas lagunas, pero bien sucias. Llevábamos botas altas de goma, a cada dos por tres se nos metía el agua adentro y era un fastidio, pero todos íbamos tan contentos. Para llegar al primer bohío tuvimos que pasar tres ríos: el Santa Rosa, el Bachichida y el Ogdebiá, a esto hay que añadir un sin número de quebradas que parecían pequeños ríos. A las tres de la tarde habíamos llegado. Partimos esa misma tarde para el bohío de Fátima. Llegamos allá a las cinco de la tarde. Por estas trochas sólo habían pasado los barí y, ahora nosotros. Para mí la llegada a este sitio, bohío de Aragtoba o nuestra Señora de Fátima, fue impresionante. Como íbamos en tres grupos, y yo iba en el último, ya habían informado los primeros de nuestra llegada y nos estaban esperando, fuera del bohío casi todos los barí, pequeños y grandes, algunos de estos últimos llevaban teas prendidas que daban bastante luz y nos ayudaban a desenvolvernos en este sitio totalmente desconocido para nosotros. Todo era saludarse unos y otros. Nosotros no éramos muchos pero ellos se aproximaban al centenar, por eso el bohío era tan grande: cuarenta metros de largo por quince de ancho. La lluvia nos hizo entrar rápidamente y, después de comer algo, nos acomodamos como pudimos y entre charlas y risas nos fuimos quedando dormidos. Yo antes recé, con mucho fervor y agradecimiento, a Dios nuestro Señor y a la santísima Virgen de Fátima. Por cierto, hay una pequeña historia, acerca de la Virgen de Fátima y este bohío que relataré después. Amanece el día cuarto de mi estancia entre los Barí. Día claro y sereno, que no esperábamos que fuera así, después de pasar toda la noche lloviendo. Celebramos la Santa Misa que ofició el P. Epifanio y a la que asistimos todos los presentes. Fue a campo libre, tan agradable, sobre todo por la claridad de este esplendoroso día, lleno de sol y de alegría. A mí me traía a la mente y al corazón, las letras de ese cántico tan precioso de nuestro Padre San Francisco: "Loado seas por toda criatura, mi Señor,
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz