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EL BOHÍO SE ALEJA 71 Fray Emiliano de Cantalapiedra ; •••••••• Con el mes de mayo volvió el helicóptero de Energía y Minas. El P. Adolfo pudo sobrevolar la motilonia. Su desilusión no tuvo medida: los bohíos que estaban cerca de nuestra pica habían sido arrasados y quemados. Ahora el más cercano quedaba a veinte kilómetros. Era la vieja y perversa táctica: destruir los bohíos para que los barí se fueran selva adentro y, así, los hacendados poder ocupar esa tierra. Fue ahora cuando se evidenció la farisaica actitud del encargado de los trabajos, cuando le dijo al mismo P. Adolfo que ellos no tenían interés en invadir la tierra de los barí. Por otra parte, ahora podíamos interpretar algunas novedades, que habíamos observado recientemente, en mis idas a la estación misional de Ntra. Sra. del Camino: no se veían huellas frescas en el suelo, no se llevaban la comida, ni los corotos que les dejábamos... Simplemente ¡los habían obligado a alejarse de nosotros! ¡Hay que volver a empezar! Este contratiempo retrasó dos años el encuentro pacífico con los barí. Y la devolución de sus tierras costó ¡catorce años! Pero con tesón y empeño y la protección de Dios todo se anduvo y se logró. Los buenos barí merecían ese esfuerzo, y muchos más, y allí estaban los misioneros para hacerlos, muy gustosos. Mientras algunos hacendados atropellabana los barí para quitarles sus tierras, los yukpas que bajaban de la Sierra, se integraban armónicamente a la creciente comunidad del Tukuko. La vía de penetración que iba a la Virgen del Camino se iba llenando, a ambos lados, de conucos. La selva iba cediendo espacio a la zona de cultivos. Seguimos con nuestra vida de siempre, en el internado: con nuestra vida de cristianos: la Santa Misa, la oración, la devoción a la Santísima Virgen y el servicio a todos los hermanos, principalmente los más necesitados. A parte de eso, la instrucción, aprendiendo en las clases y también, en el trabajo, como ya es tradición en los internados misionales de los capuchinos. Nuestra meta