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Pasados estos días de tanto movimiento, vuelven la calma, la tranquilidad y la vida normal; pero siempre de trabajo, ocupación y constante atención a las cosas de la casa. Aparte de eso, había que ayudar a la Misión del Tukuko, en esta casa se hacía todo lo que se podía por ellos. Pero también era Parroquia y no pequeña, pues probablemente se aproximaba en aquel entonces a los 12 mil habitantes, aparte de los caseríos. Existía la costumbre de que las Misas de Difuntos fueran precedidas de cuatro dobles de campana, la noche anterior y, otros cuatro, por la mañana, empezando a las cinco en punto. Había que subir a lo alto de la torre, con el peligro de caerse uno. Un muchacho, que hacía de monaguillo, los solía tocar, pero había que estar pendiente. El subir y bajar tantas veces esa escalera, tan vertical, alta y de madera vieja me producía pánico porque había que hacerlo al anochecer y al amanecer, cuando menos luz había. Había muchas Misas de Difuntos. Después de la Misa había que recoger todo, de la iglesia y de la sacristía. Cuando se trataba de funerales había que quitar el catafalco. Aparte del trabajo ordinario, estaban los extraordinarios: fiestas patronales, Semana Santa, Navidad, etc. Nunca había tanta gente en la iglesia y en casa como en esas fechas. Especial mención merece la fiesta patronal, la Virgen del Carmen. Era una multitud que acudía a las misas y a la procesión. Esta recorría calles enteras, con un gentío fervoroso que pedía la protección de su Santa Patrona. La Iglesia quedaba llena de gente mientras tanto, y en la plaza no cabían los curiosos. ¡No me explico de donde podía salir tanta gente! Después, las consecuencias: no hacían más que llamar a la puerta, a la sacristía. Pedir una y otra cosa, quedando uno rendido de tantas idas y venidas, de tantas bombas, de tanto ruido... Pero cuando terminaba todo, quedaba uno tranquilo hasta las Navidades. Éstas eran menos fuertes que las fiestas patronales, pero uno trabajaba mucho. Era mucho el apostolado que uno hacía en esos días, que eran para nosotros un motivo de alegría y un aliciente. Como fue un año casi completo el que estuve en Machiques, me tocó pasar las fiestas de Semana Santa, las patronales y las Navidades. Aunque

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