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Cuando llegó el día todo estaba en su punto, no faltaba nada. Pero yo me vi en esos días bien apurado atendiendo a mil cosas, haciendo las comidas de dos días: la de la víspera y la del día de la fiesta, que hubo bastantes comensales. En la víspera fueron treinta y al día siguiente fueron cuarenta. No se esperaban tantos porque había un almuerzo en el río Apón para todos. Muchos Padres y algún Obispo no quisieron ir al río y almorzaron en casa. A todos los tuve que atender. Aparte de esto, estaba la gente que subía una y otra vez, al piso de arriba, a tomar un refresco porque los acosaba la sed. Desde la víspera empezaron a llegar los invitados y se les fue dando hospedaje en las casas de personas amigas. Empezando por el Nuncio Apostólico, siguiendo por Mons. Godoy, obispo de Maracaibo, Mons. Iturriza, obispo de Coro. Estos tres fueron los consagrantes, vino también Mons. Rincón Bonilla, Obispo Auxiliar de Caracas, Mons. Plata, Prefecto de Tibú, Mons. Gómez Villa, Vicario Apostólico del Caroní. Vinieron casi todos los capuchinos de Venezuela, entre ellos el P. Indalecio de Santibáñez, que fue el primero que llegó y el último que se marchó. Estuvo todo el tiempo ayudándome, en la sacristía, en la portería y en otros trabajos, pues viéndome solo no se apartó ni un momento de los sitios de brega y apuro. Que Dios se lo pague y yo le estaré siempre dando las gracias por el gran favor que me hizo. Estuvieron presentes también muchos religiosos y religiosas. Sobre todo las hermanas de la Caridad de Santa Ana, que fueron muchas. La ordenación episcopal tuvo lugar el 27 de mayo de 1956, fiesta de la Santísima Trinidad, esta fecha fue escogida por el nuevo Obispo por ser muy devoto de ese divino misterio. Después que todo pasó, me parecía imposible haber salido a flote de esta gran tarea, que sinbuscarla me vino encima, pero a todos nos vienen, cuando menos lo pensamos, estas circunstancias, de una manera u otra. Nuestro Señor da su gracia y ayuda según la necesidad de cada cual.