BFCLEO00033-H-100000000000000
50 ········\ Memorias ···········•••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• recibió las medicinas y las ampolletas. Con su santa paciencia aguantó hasta el final, dejándonos a todos asombrados de su conformidad con la voluntad de Dios. La tarde fue calurosa y la plaga de insectos no nos dejó un instante en todo el camino. Nos acongojaba ver sufrir al enfermo sin quejarse a pesar de las costillas rotas y el golpe en la columna. A mí no se me quitaba de la mente la figura de nuestro padre San Francisco de Asís. Si siempre trató de imitarle, en esta ocasión, con los sufrimientos, dolor y tribulación, lo dejó evidente para todos. Llega la noche y aún faltan dos horas de camino, hasta donde comenzaba la carretera de penetración, que salía de la Misión, rumbo a la motilonia. Hasta llegar allí, ¡cuántas angustias nos tocó pasar! Pues si de día el viaje era lento y complicado, de noche era mucho peor. Dios nos dio fuerzas para andar todo el camino y llegar hasta el comienzo de la carreterita. Allí estaban todos los habitantes de la Misión: los misioneros y los indígenas. También estaban los Hermanos de San Juan de Dios que habían pensado marcharse esa mañana y se esperaron hasta que llegáramos con el herido, para llevárselo de una vez a Maracaibo. El favor lo hicieron completo estos benditos hermanos, pues lo llevaron a su Clínica de San Rafael, de Maracaibo y allí lo atendieron hasta que se restableció totalmente y pudo reintegrarse a la Misión. Ya estamos en casa, aunque de noche, y esperamos pasarla mucho mejor que el día; sobre todo el enfermo que ahí mismo comenzó a recuperarse y a recobrar el ánimo, viéndose tan bien atendido por los Hermanos y las Hermanas de la Misión; especialmente la hermana enfermera que no dejó de ir y venir a donde él estaba para que no le faltara nada y pasara buena noche, como así fue, ¡Gracias a Dios! También lo fue para los acompañantes: a pesar del cansancio, picazón y golpes que cargábamos encima. Al amanecer salieron los buenos hermanos de San Juan de Dios con el padre para Maracaibo, que distaba del Tukuko más o menos, doscientos kilómetros. El otro sacerdote que quedaba en la Misión, esperaba que llegara el tiempo de pasar por allí el helicóptero del ministerio de Minas de
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz