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40 •••••••• \.M~.~?t~q!'. ....................................... .. para tantos trabajos y penalidades de los primeros meses y, aún después, durante años y años. También noté el cambio de los yukpas, los de aquí eran muy diferentes: tenían buen genio y carácter y tenían en gran estima a los capuchinos. Esto lo habían aprendido de los viejos que eran los que más nos apreciaban. El internado, que estaba bajo mi responsabilidad, estaba comenzando y tampoco las obras materiales estaban terminadas del todo. Había sólo nueve internos: dos mayores, tres casi mayores y cuatro pequeños para jugar y dar bastante guerra. A pesar de haber pocos niños, teníamos la esperanza de que después habría más alumnos internos, y con el tiempo, muchos más. Como, gracias a Dios así fue. Con los que había íbamos para adelante. Las hermanas tenían el internado de las niñas, también con pocas, todos los días iba una hermana, por la mañana, al internado de los niños para hacer la limpieza, acomodar las camas, poner orden en las cosas, etc. Lo mismo la hermana enfermera, iba siempre que había un niño enfermo. Primeramente lo atendía en el dispensario y, lo curaba, si hacia falta. Estas buenas hermanas lo eran todo para los habitantes de la Misión: para los indígenas, para los trabajadores, tanto de la Misión como de las haciendas, también para los misioneros que vivíamos allí. Al comienzo tuve algunas dificultades, pero con el tiempo, un poco de paciencia y, sobre todo, con la ayuda de Dios, se va acertando con las cosas y resolviendo los problemas. Un problema era el número de internos: teníamos cupo para cincuenta y sólo había nueve. Con el tiempo y la gracia de Dios todo se daría y abundantemente. Gracias a Él y a la Santísima Virgen María. Ellos nos ayudaron siempre en esta obra. Para conseguir niños y niñas para los internados teníamos los misioneros que ir a donde ellos vivían con sus padres, en toda la
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