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EL NUEVO DESTINO Al acercarse el día de mi partida doblo el trabajo para dejar todo en orden al hermano que me sustituía e informarle de todo. A su vez él me puso al tanto de lo que hacía en el Tukuko. Marché para el Tukuko el día 28 de noviembre de 1953, conmigo iban unos muchachos y muchachas a estudiar en el Tukuko. Fuimos a Machiques y dormimos allí y al día siguiente seguimos a nuestro destino. Mi llegada a la Misión Los Ángeles del Tukuko fue el 29 de noviembre de 1953. Después de amanecer en Machiques y despedirme de los muchos yukpas de Ayapa que estaban en la residencia del Obispo. Me acompañaban, como ya dije, siete jóvenes yukpas que iban a estudiar en el internado del Tukuko. Salimos temprano en una camioneta Power– Vagon, que era el único vehículo que en aquellos tiempos podía llegar al Tukuko. Esta vez tardamos sólo cuatro horas. Afortunadamente llegamos antes del almuerzo pues teníamos bastante hambre. Las benditas hermanas de la Caridad de Santa Ana nos trataron, haciendo honor a su nombre, con toda caridad. La comida estaba muy sabrosa. Descansé un poco y después di unas vueltas por la Misión, para conocerla un poco. De una vez no se podía ver todo lo que había por allí. Mi vida en el Tukuko, en cuanto al trabajo, iba a ser casi la misma, o muy parecida. En otras cosas iba a ser diferente: en primer lugar, fue para mí un consuelo encontrarme de nuevo con las hermanas de la Caridad de Santa Ana, fundadas por la Madre María Rafols, que ya conocía de Machiques, donde eran todo servicio y caridad. Gracias a Dios estaban en el Tukuko. Ellas, desde el principio, querían fundar casa entre los indígenas para hacerles todo el bien posible, como lo están haciendo hoy en día. También en santa María de Guana, en la Guajira. Los comienzos fueron tiempos heroicos donde tuvieron que aguantar un sin fin de calamidades. Yo, recién llegado, recibí de ellas muchos servicios y alivios
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