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Pronto se vio la realidad de las cosas. El camino estaba sin terminar, era muy difícil y costoso. Al cabo de un año, todos se retiraron y abandonaron el proyecto. Probablemente los promotores creyeron que nosotros nunca nos retiraríamos, que acabaríamos el camino y que serviríamos de puente entre ellos y los yukpas. Era evidente que aquel hotel acabaría siendo un centro de escape para disfrutar libremente de cuanto libertinaje se pudiera costear y esto delante de los indígenas, incluso a costa de los indígenas. Esto es lo menos que se podía esperar. Los misioneros no podían continuar al lado de un centro de escándalos.
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