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la Madre de Dios, esa devoción que empezaba a entrar, también, en el corazón de los indígenas. LA MISIÓN DE AYAPA Por fin llegó el día de marchar a nuestro nuevo destino, Santa María de Ayapa (Ayapaina), el 15 de junio. Tres meses permanecimos enMachiques. Los dos primeros meses de estancia en Ayapa nos acompañó al P. Fidel y a mí, el P. Juan Evangelista de Reyero. Él estaba en la Misión del Tukuko y allí adquirió experiencia, venía a ayudarnos a abrir camino. Cuando llegamos a Ayapa, la casa sólo tenía paredes y tejado, así nos metimos en ella; poco a poco fuimos haciendo todo hasta que quedó terminada. Allí había albañiles, aserradores, carpinteros-ebanistas... Había árboles cerca y allí se hicieron las puertas, todos los muebles de la casa, el altar y los bancos de la capilla y lo necesario para la escuela. Al terminar la obra de albañilería, nos pusimos a pintar toda la casa, un obrero que había allí y un servidor, al final quedé yo sólo. Cuando estaba terminando me subí a un banco, se rompió una pata del mismo y caí al suelo rompiéndome una muñeca al apoyarla fuertemente en el piso. Eran las cinco de la tarde cuando pasó esto. Ahí mismo bajé a Machiques en una mula y acompañado de uno de los obreros que trabajaban en la casa. Un hacendado, el señor Chepito, que tenía la hacienda camino de Machiques, nos llevó a Machiques en su camioneta, el último tramo. Este favor nos vino muy bien y lo agradecimos mucho. Llegamos a media noche. Al día siguiente fui a Maracaibo. Allí me enyesaron. A los dos días, viendo el médico que la cosa iba bien me mandó para casa con el encargo de volver a los treinta días. Regresé a la Misión a pie, pues no pude avisar para que bajaran la mula. Llegué a las tres de la tarde y con sólo el desayuno en el estómago. Comí algo y me puse a trabajar en la casa, pues estaba todo desordenado y además, había que hacer la cena,
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