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26 ••••••• ..: Memorias · ....................................................... .. De Valladolid pasé a mi pueblo, Cantalapiedra, para pasar allí las Navidades y despedirme de mis familiares y paisanos, pues aún vivían mis padres, hermanos, sobrinos, bastantes tíos y primos. Comenzando el año 1952 tuve que irme rápidamente a Madrid porque el Día de Reyes era la imposición de crucifijos a los quince capuchinos que íbamos de misioneros a Venezuela. Después de esa ceremonia estuvimos quince días en Madrid. Pasado ese tiempo, diez religiosos fuimos a Vigo, para embarcarnos allí y, los restantes, a Barcelona, pero dos de ellos, el P. Avelino de Cedillo y el P. Aquilino de Dragonte, partieron en avión para Cuba, quedando solamente tres, a éstos se les unió Fray Demetrio de Villalquite que, después de pasar vacaciones en España, regresaba a Venezuela. Los cuatro se embarcaron en el barco "Conde Argalejo", nosotros en el "Marqués de Comillas", saliendo de Vigo el 7 de febrero. Los otros salieron de Barcelona un día después. Nos volvimos a juntar en Cádiz, el domingo diez del mismo mes. Ese mismo día, por la tarde, salieron los dos barcos para Venezuela. Salió primero el "Conde Argalejo" y llegó cuatro días antes que el nuestro. El viaje, para nosotros, fue infernal: nos mareamos casi todos, hasta el mismo capitán. El caso gracioso, en medio de tanta desventura, fue el de los gallos de pelea que iban en nuestro barco, cantando día y noche. Los días de tormenta y mareos no abrieron el pico, ni para cantar ni para comer. Lo mismo pasó con unos caballos de carrera. Una viejecita pedía a los que llevaban el barco que lo pararan por unos momentos, sino ella se iba a morir. El barco no paró y ella no se murió, ¡Gracias a Dios! Después de estos días calamitosos se normalizó la cosa, siendo el resto del viaje muy bueno. Hicimos escala en Puerto Rico y en Santo Domingo. En ambos sitios nos fue bien y nuestros hermanos de hábito nos trataron de lo mejor. Por fin llegó el día 25 de febrero de 1952. Amanecimos en el puerto de la Guaira. Nos tuvieron un tiempo esperando para desembarcar. Aproveché esos momentos y envié un telegrama de felicitación a mi madre, que estaba cumpliendo años.

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