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221 Fray Emiliano de Cantalapiedra / •••••••• ••••••••••••••••••••••••••••·•·•••••••••••••••••••••••••• de la casa era ahora menor. Yo atendía la sacristía, supervisaba la cocina, ayuda a dar la comunión, la llevaba a los enfermos, hacía entierros... El problema eran los fines de semana que no había cocinera, ni secretaria que atendiera la portería y había que llevar la Comunión a domicilio, a veces hasta a once sitios diferentes. Los entierros merecen atención aparte, hice unos 300 en menos de cuatro años. Uno sufría mucho porque frecuentemente era gente joven la que moría, casi siempre de accidentes, dejando, bastantes de ellos, a hijos pequeños, a viudas desamparadas. En otros casos eran los padres los que eran afectados. Los entierros fueron para mí una buena oportunidad para catequizar. La gente estaba especialmente receptiva y escuchaba atenta. Muchos casos eran impactantes y provocaban en la gente una necesidad de convertirse a Dios. En los entierros, además de la gente que frecuentaba la iglesia, había muchos que, aunque fueran católicos, no eran practicantes; era ésta la oportunidad de hacerles llegar el Mensaje. Yo aprovechaba las hojas "Domingo", que sobraban de las misas dominicales, y la repartía entre los presentes, de esa manera llegaban las lecturas bíblicas del domingo anterior a mucha más gente. Sobre ellas solía hacer la catequesis ************** Las memorias de Fray Emiliano terminan con su estancia en Machiques. El 24 de marzo de 1993 es trasladado a la Casa Central que tienen los capuchinos en Caracas, en la Florida. Allí permanece seis años y es, en este sitio y estos años, cuando escribe sus memorias, después de cumplidos los 68 años. Pero de su estancia en Caracas y en las casas posteriores no ha escrito nada. En 1999 es enviado de nuevo al Tukuko y, después de tres años, fija su residencia en la parroquia Sagrada Familia de Machiques, Urbanización Fundaperijá
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