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211 Fray Emiliano de Cantalapiedra / ....... . ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• su nombre, a los inocentes. ¡Dios lo haya perdonado y lo tenga en su gloria! Estuvimos dos días completos, revisando todo al detalle. Regresamos a pie hasta el Shukumo donde nos vendría a buscar la camioneta. De paso visitamos el bohío de Alochí, recién construido en el mismo sitio, donde estuvo hasta que el hacendado lo obligó a emigrar de allí con toda su gente. La llegada a la estación misional de la Virgen del Camino fue por demás emotiva. Verdaderamente esta buena madre había acompañado a los yukpas y barí en este camino, hasta llegar a la hermosa realidad de ahora: entendimiento, apoyo y hermandad entre los dos pueblos que, no hace mucho, se odiaban a muerte. Esos pueblos que se unieron para defender sus derechos, apoyados por los misioneros capuchinos, y que ahora celebraban la victoria de la justicia. Le pedimos a la Virgen del Camino que la hermandad entre yukpas y barí, de ahora, fuera para siempre. Por fin llegamos al Tukuko. Visitamos al Santísimo, nos bañamos y cambiamos la ropa sucia y vamos a cenar, porque hay hambre y es tarde. Después nos fuimos a descansar. En la habitación, los recuerdos daban vueltas en mi cabeza. Cuánta gente se alegraría al conocer este acontecimiento. Pensaba en Cesáreo y Manuela, los misioneros seglares de Salamanca, con quienes compartí en España en el mes de junio, seguro que ellos habrían dicho "un grandísimo acontecimiento". Yo terminé el día recitando el salmo 99 "El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades" La tarea urgente ahora era conseguir la productividad de la tierra recuperada. Por eso fui varias veces con las personas interesadas en establecerse allí. Se procuró que fuese gente que supiese ya qué hacer allí.

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