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207 Fray Emilíano de Cantalapíedra i •••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••·•·····•••••••••••••••••• queríamos calentarnos. Allí mismo, y mientras nos calentábamos, hicimos la oración de la mañana. Al terminar ya el café estaba listo. Con un buen vaso de café acabamos de entonar nuestro organismo. Después empezamos a preparar el desayuno. Los gallos seguían cantando recordando el himno de Láudes del martes de la primera semana del Salterio: "Al canto de los gallos viene la aurora: los temores se alejan como las sombras. ¡Dios Padre nuestro, en tu nombre dormimos y amanecemos!" Con esta protección de Dios damos el último retoque a la carga que vamos a llevar para nuestro largo viaje. Ya todo listo, salimos contentos, alegres y animados a recorrer nuestro trayecto bastante accidentado, pues en su mayor parte era el curso del rio, que venía un poco crecido por la lluvia que cayó la noche anterior en las cabeceras. Yo voy recitando el himno de Láudes para el tiempo pascual: "Cristo, alegría del mundo, resplandor de la gloria del Padre. ¡Bendita la mañana que anuncia tu esplendor al universo!" Este día no pudo ser más espléndido y brillante. En Kanobapa sabían que nosotros íbamos. Eso facilitó las cosas. Enseguida empezamos nuestra reunión, sin perder tiempo. Aquí me encontré gente conocida, de mi primera estancia por estas tierras, como el bueno y simpático Maropa, que conservaba su perenne alegría y sus hermosos dientes a pesar de sus ochenta años. Hacia tiempo que no nos veíamos, por eso, tanto para él como para mí fue una muy agradable sorpresa. En estos encuentros nosotros transmitíamos el Mensaje y los yukpas nos edificaban con su vida humilde y ejemplar. También estuvo presente el patriarca Araya, bueno y amable como siempre, cargando sus ochenta y tantos años sobre la espalda, bien trabajados y sufridos, porque su vida de padre de familia con veinte hijos, de cacique de esta zona fue difícil y costosa. Junto a Araya andaban Tekeche, Ekoncha, Uruknashi, Buronashi, Pekare, etc. Todos contentos de ver al capuchino por su tierra de Ipika. Un poco más tarde llegaron también Matrina, Mashube, Owampe, Tikitashi, Opiche, Imanshi, Shikitama, Yoshipani, Moyeta. Especial mención merece Manepa que con su inseparable y
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