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El día 3 de noviembre, fiesta de San Martín de Forres, partimos hacia Shashapa, pero haciendo nuestras paradas, como de costumbre, en los sitios de siempre, tratando de ayudar, compartir la comida con ellos, atender a los enfermos, enseñar a todos, segúnsu capacidad y necesidades, rezar con ellos, escucharles... San Martín de Forres interceda ante Dios para que todos los cristianos seamos sensibles ante las necesidades de nuestros hermanos. Las paradas de este día fueron donde Tachi, en Karanka e Ipika. Dejamos para la vuelta entrar en Kiriponsa y Vosi. En Kanobapa estuvimos tres horas. Nos estaban esperando. Tuvieron con nosotros mil atenciones y detalles. Como enotras oportunidades tuvimos la catequesis, etc. Fuimos a dormir donde Makre. Aquí aprovechamos las horas que quedaban del día para la catequesis y demás. Procuramos dejarlo todo preparado para, nada más amanecer, salir hacia Shashapa. Makre quiso acompañarnos, en parte por cortesía y enparte por visitar a su anciano padre que vivía Sierra arriba. Rezamos, desayunamos y emprendimos el camino. Éste iba a ser largo y accidentado. Los yukpas que íbamos a visitar estaban en los confines de la Sierra, muy alejados de todos los demás yukpas. Todo el tiempo había que subir y bajar cuestas, encontrábamos piedras grandísimas que teníamos que rodear para seguir adelante. Vez hubo de tener una formidable piedra delante y otra a la izquierda y otra a la derecha, como si estuviéramos en un callejón sin salida. Yo pensé que habíamos equivocado el camino y que teníamos que volver atrás. Los yukpas me indicaron un largo bejuco que pendía de un árbol grandísimo que estaba al lado, con su ayuda había que trepar por un lado de la piedra. Así superamos un obstáculo y otro y otro... Por fin llegamos a una senda estrecha, relativamente plana, con piso de tierra. Más tarde volvimos a meternos en otro pedregal, aunque no tan dificultoso como el primero. Al fin llegamos a la casa del papá de Makre. Hablamos con ellos, hicimos algunas curas a los enfermos, descansamos algo y acompañados por los cinco ancianos que estaban allá, emprendimos nuestra peregrinación por las casas dispersas por la zona. Este era el clásico sistema de población de los yukpas: no tenían poblados sino familias residentes en sus conucos y dispersas en un área

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