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202 •••••••• \ . M~.r!!~.r:~q~ ......................................... bondadoso Señor..."). La verdad es que cada vez que repito este cántico vienen a mi memoria esos paisajes tan hermosos y esas vivencias de los días más felices de mi vida. Aprovechamos la mañana para tener un poco de catequesis. Decidimos marchar después de la comida del mediodía. Itakakpe no sabía donde ponernos. Mató un ovejo y nos hizo un suculento almuerzo. Cuando nos marchamos tuvo la delicadeza de acompañarnos hasta Kanobapa. Salimos retrasados, yo iba con tristeza pensando que nunca más volvería a Psikakao, no fue así, gracias a Dios. Apuramos el paso para llegar cuanto antes a nuestro destino, pues aunque vamos en bajada y yo, el más torpe para caminar, montado en una mula, la caminata era larga y el tiempo limitado. Nuestra llegada a Kanobapa fue anunciada con antelación, no por teléfono o telegrama, que nada eso había, sino en el más clásico estilo yukpa: dando voces de cerro a cerro. El caso es que cuando llegamos, ya estaba la cena preparada y comimos enseguida para que no se enfriara. Se había reunido mucha gente para esperarnos. En cuanto nos desocupamos de la cena tuvimos el catecismo y rezamos el rosario y... a dormir. Nuestro plan era terminar el día siguiente, 1° de febrero, en el Tukuko. Por eso salimos a las siete y media de Kanobapa. Nos detuvimos unas horas en Kiriponsa para la catequesis, se había reunido allí mucha gente. Estas comunidades más alejadas y peor comunicadas recibían menos visitas de los misioneros. Por eso cuando uno los veía tan interesados en escuchar la Palabra de Dios, le entraban ganas de venir con mucha frecuencia, pero no daba para más. Yo tardaría en volver un año y medio. Todavía nos detuvimos en Ipika. Por fin, mis tres acompañantes fijos, Panashi, Urupa, Emirinashi, y yo, enfilamos la recta final. Llegamos al Tukuko ya de noche. A esa hora subí a la camioneta y me fui a Machiques, pues el día siguiente, dos de febrero, Presentación del Señor y Purificación