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200 ·········: Memorias · ....................................................... .. gustoso el generoso ofrecimiento. Dios le habrá pagado con creces esta acogida y esta ayuda. Reemprendimos la marcha. Yo iba apenado porque yo era el único que iba montado en una buena bestia y los yukpas iban a pie. Los yukpas, por el contrario, iban muy contentos porque me habían prestado una bestia y no tenía que caminar. ¡Así son los yukpas! Hablando y caminando se nos pasó el tiempo y, sin darnos cuenta, llegamos a Sokorpa. El P. Eleuterio y las Hnas. Lauras nos recibieron con todo cariño, empezaron quitándonos la sed con una buena jarra de jugo de naranja y unas galletas. Fuimos a la capilla a rezar el Santo Rosario y hacer una visita al Santísimo. El P. Eleuterio nos dio la comunión sacramental. Más tarde nos dieron una cena rica y abundante. Finalmente nos fuimos a descansar. Al día siguiente era domingo, día 29 de enero, yo cumplía 47 años. Fue un amanecer lleno de alegría, se nos juntaron dos fiestas: la Santa Misa y, dentro de ella, la Sagrada Comunión. Para mí fue un día inolvidable. Tuvimos bastante tiempo para conversar con los misioneros y las misioneras de allá e intercambiar experiencias. Nos trataron de lo mejor y hasta el último momento de estar con ellos, todo fueron atenciones y servicios, propios de hermanos y amigos que se estiman y celebran sus encuentros. A mediodía comimos pronto porque no queríamos que la noche nos sorprendiera en el camino. Para facilitar las cosas, el padre de Sokorpa nos prestó unas mulas para los yukpas que me acompañaran, así podíamos apurar el paso. En realidad sólo se vendrían conmigo los baquianos pues los demás se quedaban a trabajar allá. Llegamos a la frontera cuando el sol se había ocultado y quedaba un poco de luz. Los que nos esperaban en Psikakao se alegraron de nuestra llegada y nos cayeron a preguntas

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