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196 •••••••• \ .-0.~.'!!~T~q~ ......................................... algunas eran grandísimas, siguiendo el curso de aquella quebrada, que era el único camino. Verdaderamente la vara de la misericordia del Señor y el cayado de su bondad, me libraron de tener un percance grave, como fracturarme un brazo, una pierna o la cabeza. Para los yukpas que me acompañaban esta ruta era normal, pero no para mí. Era el 27 de enero de 1972, día de San Timoteo y Tito, discípulos de San Pablo, yo tenía presentes a esos tres apóstoles y me consolaba pensado, que estos trabajos que paso yo por llevar el mensaje de Jesús a los yukpas de arriba de la Sierra, era muy poca cosa comparados con lo que ellos tuvieron que afrontar. De todos modos aquella ruta, de más de dos horas, por esa quebrada, era terrible y requetemala. Yo me imaginaba al P. Félix de Vegamián en lugar mío, seguramente que diría: ¡Increíble, increíble, increíble! Pero si fuera el P. Dionisio de Barajores diría: ¡Horrible, horrible, horrible! Gracias a Dios, aunque rendidos de cansancio, salimos con bien a la claridad del sol, en plena tarde de aquel día inolvidable, ahora nuestros pies podían caminar porque hasta ahora sólo habían ido saltando de piedra en piedra. De todos modos, antes de seguir, descansamos un poco y comimos un bocadillo de pan y queso para reparar las fuerzas y acallar el hambre, pues llevábamos siete horas de camino. Bueno, eso de camino es un decir. Más bien habría que hablar de veredas de cabras locas, como dicen por mi tierra a las cabras silvestres, que se la pasan saltando de risco en risco. Reanudamos la marcha otra vez, nuestra meta era ahora el rancho del papá de Itakakpe, que está a lo último de Irapa, por Psikakao. Desde Taremo hasta Psikakao no encontramos ranchos habitados. Todos habían emigrado a otra parte mejor comunicada. Yo sentí pena porque de esta tierra salieron muy buenos Los yukpas se encargaban de señalarme el sitio donde habían estado las viviendas. Así, me dijeron donde había vivido Shikimo, en cuyo rancho nacieron Trina, Eremano y Tamashi. Cuando todavía éstos eran niños, vinieron yukpas de Iroka, en un ataque relámpago y sorpresivo
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