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195 Fray Emiliano de Cantalapiedra ;-···--·· ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• después, de la misma manera. Episodios como ése contaban por decenas. Eran enfrentamientos trágicos que desangraron al pueblo yukpa. Ahora las cosas eran muy distintas. Ahora los yukpas de Irapa no tenían miedo en acompañarme a visitar los wasamas. ¡Bendito sea Dios que concedió la paz a los yukpas! Desayunamos fuerte y abundante porque nos esperaba una jornada dura y larga. A las ocho salimos para Psikakao, íbamos a pasar por sitios que yo deseaba conocer, buena oportunidad para conocer sus habitantes y sus cosas. De Taremo salimos el doble de los que llegamos el día anterior. Nos santiguamos, rezamos un Padrenuestro y un Ave María y, ¡a caminar se ha dicho! A pesar de los tropezones y caídas, ¡siempre adelante! A lo largo del camino veíamos conucos y ranchos abandonados, medio caídos. El camino se hacia ameno por los comentarios que cada cual hacia sobre la persona que vivió en tal sitio, lo que hizo, cómo era... Ahora siento mucho no haber tomado nota de todo eso, porque no sólo se hablaba de sucesos recientes sino, incluso, de cosas sucedidas antes de ellos haber nacido y que habían sido referidas por sus padres y abuelos. Íbamos muy concentrados en los comentarios, subiendo y bajando cuestas y más cuestas, que algunas parecían montañas y con grandes y abundantes piedras, cuando nos dimos cuenta de que ya estábamos a mitad del día. Una hora propicia para saludar a nuestra Madre. Nos detenemos y rezamos el Ángelus. Aprovechamos tambiénpara descansar un poco y acometer con fuerzas el camino que nos quedaba. Apenas reanudado el viaje nos encontramos con una quebrada grande, por lo larga y ancha que era. Estaba cubierta de ramaje que producía mucha sombra, protegiendo de los rayos del sol. A mí me vino a la mente, y al corazón, el Salmo 22 que rezamos en la hora intermedia del domingo de la segunda semana del salterio: "Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu callado me sosiegan... Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en Ja casa del Señor por años sin término". Así fue ese día cuando avanzamos horas enteras, saltando de piedra en piedra,
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