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191 Fray Emiliano de Cantalapiedra ;····· ... •••••••••••••••••••••••••••·••••••·•••••••••••••••••••••• Al llegar a Ipika descansamos un poco, comimos algo, sobre todo fruta: cambures de varias clases, lechoza, piña, caña de azúcar. También aquí tuvimos catequesis, etc. Viendo que el sol empezaba a declinar, nos despedimos. El río Tukuko estaba muy bien de agua, ni crecido, ni muy menguado, por eso era agradable el caminar por sus orillas, se podía andar rápido y sin demasiado cansancio. Hicimos una parada en el rancho de Tachi, padre de Shoko y Francisco Ashita, allí estaba con esposa Meshusha. Al llegar nos dieron un recibimiento alegre y amistoso, era como para quedarse allí y arrancar al día siguiente, pero teníamos que llegar a laMisiónestemismo día. Llegamosmuy tarde, pero contentísimos de haber pasado un tiempo tan agradable y aprovechado. Eran las siete y media cuando llegamos. Yo fui a la iglesia a hacer una visita al Santísimo y contarle un poco lo que había hecho en estos siete días de correría. También había que darle gracias por su protección y amparo. Rezamos a la Madre de Dios. Hecho esto pasamos todos al comedor a cenar, pues la Hermana cocinera nos vio llegar y enseguida se puso a prepararnos la comida. También a ella le agradecimos el detalle que nos agradó mucho y nos vino muy bien. Concluímos el día rezando el rosario y nos fuimos todos a descansar. A la mañana, temprano me regresé a Machiques, a mis quehaceres ordinarios. Al regresar de la Sierra se hicieron una serie de mejoras en las habitaciones, siempre contando con la ayuda de José Núñez. Terminamos este trabajo y ya estamos en septiembre. Ahora voy a visitar a los yukpas de la cuenca del Yasa: Kasmera, Kampa y Wasama. Dejé el vehículo a la orilla del río, del lado de acá. Este año 1971 me detendría un poco más en la visita, sobre todo en la parte alta de la Sierra, en Wasama. El cauce del río, como siempre, era nuestra ruta. Por eso no era raro darse un buen chapuzón y un buen susto, como me pasó esta vez. Pero como eso ya estaba previsto uno se levantaba rápidamente y después quedaba el recuerdo para reírse a carcajadas del incidente. El caso es que, saliendo de Wasama, había que pasar el río y como no había puente, había que ir saltando de piedra en piedra. Yo no sé si me resbalé o porque iba distraído, caí en el agua y como allí venía con fuerza me arrastró un trecho, pero enseguida los yukpas que me acompañaban me ayudaron a

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