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19 Fray Emiliano de Cantalapiedra j •••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• rosario, acompañado de algún ejercicio de novena, habiendo algunas veces, incluso, exposición con el Santísimo. En la cuaresma se tenía el vía Crucis. Total, en nuestra capilla, aunque a las afueras del pueblo, nunca faltaba el culto todo el año. Nosotros, los frailes, teníamos nuestro oratorio con el Santísimo en nuestra casa, para los rezos de todos los días y las visitas al Santísimo Sacramento. Como ya se dijo, por nuestra casa pasaban muchos huéspedes que iban a hacer apostolado en los pueblos del contorno. Todos los años el primero de febrero, el P. Simón de Sardonedo, iba a predicar la fiesta de la Candelaria en un pueblo vecino; el P. Laureano de las Muñecas predicaba muchas misiones por los pueblos cercanos; el P. Isidro de Sahagún predicó la Semana Santa en la iglesia parroquial; el P. Crisóstomo predicando ejercicios espirituales; el P. Marcos de Escalada estuvo haciéndolos él; el P. Cesáreo de Armellada, P. Tarsicio de Santa Olaja y P. Generoso de Barcenillas, estuvieron en la comunidad supliendo otros religiosos. Recuerdo las visitas canónicas de los padres provinciales, P. José María de Chana e Higinio de Trascastro. Siempre vinieron acompañados del padre secretario, que en ambos casos fue el P. Constando de Aldeaseca. En este convento me tocó hacer la profesión solemne. Estuvieron presentes mis padres (q.e.p.d.). Después de la profesión se quedaron tres o cuatro días. Como quedamos solos el P. Pacífico y yo, mis padres venían a pasar el día con nosotros. Mi madre, en el recibidor, con el P. Pacífico, repasaba los artículos que éste había escrito desde hacía treinta años en la revista "El Pan de los Pobres". Recibían también la visita de los amigos y conocidos de Ribadeo. Mi padre, mientras mi madre veía libros y revistas y recibía visitas, estaba conmigo en la cocina y en la huerta, incluso trabajando conmigo... Lo pasaron de lo mejor en Ribadeo. Antes de marcharse, les preparé una porción de hojas y palitos de laurel y se los coloqué en una caja de cartón, para que la pudieran llevar fácilmente; también un pequeño fardel de avellanas y otro de arroz, regalo del padre. Regresaron más contentos que unas Pascuas, sobre todo mi madre, con las revistas, libros y estampas... ; también fueron muy bien despedidos por los vecinos y

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