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171 Fray Emiliano de Cantalapiedra / •••••••• ••••••••••••••••••••••••••·········•••••••••••••••••••••• verlas: las puertas por el suelo o rotas, las de la casa, las de la escuela y las de la capilla. Las paredes estaban llenas de grietas, algunas, tan grandes que cabía en ellas una mano. La razón era que, debido al estado original del suelo, blando y encharcado, se hizo, con un tractor, una loma de tierra y allí se construyó el edificio. Al irse compactando la tierra provocó alteraciones en la superficie y pequeños hundimientos que se reflejaron en grietas externas. Los expertos decían que ahora valía la pena reparar las paredes, ahora que el suelo estaba firme y compactado, se podían reparar. En el Tukuko me prestaron el camión, Paulina Eua y tres yukpas que conocían de albañilería se comprometieron a reparar la edificación. Antes de empezar los trabajos de albañilería tuvimos que limpiar toda la casa por dentro, pues el tiempo que estuvo desocupada sirvió para todos los usos, incluso de establo de burros y mulos. Las habitaciones las convirtieron en depósitos de maíz y café. Después de la limpieza interior había que hacer la de afuera. Todos los alrededores estaban tan llenos de maleza que impedían caminar. Acabada esta limpieza previa empezarnos con las grietas. También había que arreglar las puertas y ventanas y hacer la comida para los trabajadores. Yo, además, continuaba atendiendo la casa de Machiques. Todo esto era posible porque el camino estaba bastante transitable. Yo iba de un sitio para otro, atendiendo los dos lugares. En Aponcito ya éramos seis y había que preocuparse de hacer la comida para todos. Casi siempre la hacia yo. A mí, el día me rendía, pues tenía un vehículo, las distancias eran cortas y yo contaba 42 años, a pesar de eso al fin del día estaba bien cansado, pero satisfecho viendo corno el Centro Misional de Aponcito iba resucitando. No era sólo la reparación de las edificaciones, otras cosas, más importantes también resurgían, corno la catequesis, la escuela de los niños. Hacia un tiempo que no había maestro pues los que había se fueron con las Hermanas Lauras a la zona de los barí. No solamente se daba

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