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163 Fray Emiliano de Cantalapiedra ! •••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• natal. Después fui a un pueblo cercano: Villoria, de donde eran oriundos Cesáreo y Manuela, los misioneros seglares del Tukuko. Ellos estaban también en España. Cuando llegué a ese pueblo, la niña Ana María estaba en la puerta y al verme, saltó de alegría y armó buen alboroto. Pasé un día feliz con mis buenos amigos, recordando la Misión del Tukuko y nuestras experiencias. En mi pueblo pasé quince días apenas llegar y quince antes de regresar. El resto del tiempo lo pasé en Vigo, supliendo un religioso que tenía que resolver un problema familiar. Los frailes de Vigo me trataron muy bien y con mucha caridad. A pesar del frío -ya estábamos en diciembre- lo pasé muy bien con mi familia y mis paisanos. Visité todas las casas y hablé con todos. Todo el mundo me trató bien y me atendieron de lo mejor. Cuando estaba más entretenido, me di cuenta de que mis últimos quince días llegaban a su fin. Sentí mucha tristeza. Pero tenía que obedecer y regresar, otra vez, a Venezuela. EN LA BREGA DE TODOS LOS DÍAS Y ya estamos otra vez en Venezuela, amaneciendo en ella el 20 de diciembre, por la noche de ese día salgo para Maracaibo para continuar viaje a Machiques. Llegué al Tukuko un poco tarde el día 21 de diciembre, aniversario de la muerte de Abel Pete y de los sucesos de 1961. Fui a la tumba a rezar un poco por su eterno descanso. Pasé las Navidades en el Tukuko, que por cierto fueron muy felices. Al terminar esos días santos, me fui a mi nuevo destino en Machiques. La vida aquí iba a ser muy distinta a la que habían vivido en los años anteriores en el Tukuko y en la motilonia. Aunque siempre iba a trabajar todo lo que pudiera por esos dos sitios tan queridos. Quien leyere lo que sigue verá cómo mantuve siempre permanente comunicación con ambos sitios.
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