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162 •••••••• \ . M~.1:1:<:.r.~q~ . ........................................ que esperar dos meses. El Superior Regular, que era al mismo tiempo superior del Centro Misional Santa María de Guana, se comprometió a arreglar los papeles y los pasajes. Mientras tanto yo iría pintando el internado de niñas de Guana y la casa de las hermanas, que recién terminaban de construir y estaban sin pintar. Para hacerlo en menos tiempo debía buscar en el Tukuko algunos ayudantes. Volví al Tukuko, pero esta vez no era como hasta ahora: para regresar a Ogdebiá. La pena que sentí fue muy grande. Sólo estuve un día. No sabía cuándo volvería. Lo mejor era dejar de lado esos pensamientos. Hablé con José Domingo Tete y Gregario Shimika. Rápidamente emprendimos el camino a Guana. Llegamos allí la víspera de Santa Ana, patrona de las hermanas de la Caridad de Santa Ana, que son las mismas que están en el Tukuko. Fue una alegría encontrar de superiora a la Madre Beatriz Díaz, superiora del Tukuko del 2 de enero del 1952 hasta julio de 1955. Una misionera de cuerpo entero, entregada totalmente al ejercicio de la caridad. El trabajo de pintura nos llevó cuarenta días, de siete de la mañana a siete de la tarde, de lunes a sábado, sin perder un momento de tiempo, y con mucho gusto, porque nuestro trabajo era apoyar la labor increíble que realizaban esas benditas hijas de la Madre Rafols. Por otra parte, el trato que nos dieron las hermanas en Guana no pudo ser mejor ni más generoso. Salimos diciéndoles a boca llena: ¡Que Dios y su Santa Madre les paguen lo que nosotros no podemos pagarles! Al terminar, el 3 de septiembre, los yukpas regresaron al Tukuko y yo me fui a Caracas para ultimar mi viaje a España. Salí de Caracas el día 6, amanecí el 7 en mi querida patria, tuvimos nueve horas de retraso, hicimos una escala de un hora en Lisboa y, a Madrid, llegamos a las ocho de la mañana. Al día siguiente, ocho de septiembre y Natividad de la Santísima Virgen María lo pasé con mis padres, hermanos y demás familiares en Cantalapiedra, mi pueblo