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156 ········\ Memorias ···············•••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• Tukuko: crear una comunidad de vecinos y amigos que se apoyan y comparten. En la segunda quincena de mayo seguimos con nuestros trabajos de hombres de monte y de selva, y con nuestra vida cristiana, sin la Santa Misa diaria, pero con nuestro Señor Sacramentado. Mucho nos ayudaba la Voz de la Fe, que sintonizaban los yukpas, incluso en la capilla. El rosario lo oíamos y respondíamos, cuando había que responder y siempre con devoción. Seguíamos también con el transporte de alambre de púas y, otras cosas, desde el Tukuko, aguantando una y otra vez la crecida de los ríos, a veces la carga era delicada: ropa, comida y cosas por el estilo. Pero nos acostumbramos a ello y, sobre todo, en abril y mayo, meses de mucha lluvia, andábamos prevenidos siempre. En esos meses los 44 kilómetros del Tukuko a Ogdebiá eran un verdadero vía crucis: los ríos y cañadas crecidas, por el barro del camino y los aguaceros imprevistos e inoportunos, sin contar el sol que caía a plomo cuando estába despejado. El único calzado útil eran las botas altas de caucho, lo malo era que de vez en cuando se llenaban de agua, o de barro, que era peor, y había que detenerse a sacudirlas. Veces había en que se prefería caminar descalzo. Al llegar a casa, lo primero es ir a la capilla a reportarse ante Jesús Sacramentado, agradeciendo haber llegado con bien aunque con un cansancio inmenso y, a veces, con golpes en el cuerpo, heridas y picazón. Y esto por no mencionar peligros mayores como picaduras de animales. Como le pasó al bueno de Ekemchi que, bañándose en el río Shukumo, se sentó en una piedra y le picó una culebra. Dio un grito muy fuerte y quedó tendido en el suelo. Los que estaban cerca corrieron a ver qué pasaba y lo encontraron echando sangre por los ojos, la nariz, la boca y los oídos: murió poco después. Ésta es la triste realidad de muchos casos. A esto estábamos expuestos los que andábamos por estos caminos. O cuando faltaba el camino, se iba por la orilla de los ríos, saltando de piedra en piedra, o de desfiladero en desfiladero; y aunque parezca una

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