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136 •••••••• \ . M~.r:':?.~~q~ ......................................... LA CRISIS Estaba claro que el hacendado era un usurpador y ninguna ley le amparaba. La última vez que estuvo el P. Adolfo en el Instituto Agrario Nacional (IAN), en Caracas, le dieron la norma de que le echarán otro corte con una cerca de alambre de púas de montaña a montaña. Más o menos lo que se hizo en Bachichida a unos nueve kilómetros del último potrero. En realidad esas tierras estaban protegidas por el decreto interministerial que creó (5 de abril de 1961) la Zona Indígena Reservada. El hacendado sabía todo eso, era abogado, pero no lo aceptaba. Por eso la cerca que le cerraba el paso lo puso furioso y a toda costa quería impedirla. El P. Adolfo da la orden de que yo y los yukpas nos traslademos a la estación misional de Santa Rosa de Kishashamo para empezar a echar la cerca. Siempre los mismos yukpas fieles, valientes e incondicionales. Llevando a la cabeza al buen líder de Abel Pete. Deberíamos hacer aquí lo que hicimos en Bachichida. Como ya se ha dicho, esta estación misional estaba junto a los potreros de la hacienda. Por eso mismo este trabajo era difícil y peligroso. Yo me temía una tragedia; y tuve razón. Sucedió a los nueve días. Era el11 de diciembre cuando el P. Adolfo dio la ordende salir paraSanta Rosa. Salimos el día 12, muy temprano. El P. Adolfo vino con nosotros. El mismo Padre celebró la Santa Misa en honor de nuestra Señora de Guadalupe, patrona de América Latina. A ella le encomendamos nuestra tarea, que no podía ser más difícil y peligrosa. Cuando los de la hacienda se dieron cuenta de que andábamos por allí y, mucho más cuando vieron el trabajo que estábamos haciendo, empezaron a disparar al aire, y los yukpas le respondían con las escopetas de cacería que tenían. La diferencia era grandísima: ellos tenían armas modernas, muchas y muy buenas y con muchas municiones. Los yukpas sólo tenían cuatro escopetas viejas. El resto sólo tenía arcos y flechas.