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134 •••••••• \ /:1~!!1:?.r.~q~, ......................................... Como si el barí entendiera, inclinaba la cabeza y al mismo tiempo ponía su mano derecha sobre el pecho y decía que sí con la cabeza. Chókape siguió hablando con claridad y energía, pero con serenidad. Continuó más o menos con estas palabras: -Esas matas de plátano que se ven allí y un campo de yuca bastante extenso que ya se comió ~1 hacendado lo sembraron los barí. Lo que hicieron en este bohío lo hicieron en otros dos y el último distaba más de diez kilómetros de aquí. Los barí se tuvieron que ir muy lejos para poder vivir tranquilos. Este año tuvimos que cortarle el paso los misioneros y los yukpas, si no ya se habría apropiado otros diez kilómetros más. A todo este alegato el juez respondió cínicamente: -Bueno, eso fue antes. Como diciendo eso ya pasó. Aquí intervine yo: -Porque eso pasó antes ahora pasa esto. Añadí otras cosas que no le agradaron nada pero que eran la verdad, la triste realidad. Cuando esto terminó ya era de noche. ¡Qué noche me esperaba! Traté de separar a los yukpas de la demás gente y lo conseguí en gran parte. Repartieron bebidas alcohólicas a los braceros e, incluso, a algunos yukpas. Hubo algún desorden pero no gran cosa. Amanece el día 22 de noviembre: Santa Cecilia, patrona de los músicos. ¡Buena música la de este inolvidable día! Tanto el juez, como la guardia nacional, los hacendados y los braceros trataban de convencer a los yukpas para que abandonaran la finca que habían invadido. Los yukpas de ninguna manera se querían ir. Al fin los sacaron a la fuerza y a mí me llevaron detenido. ¿Adónde? Los guardias nacionales pensaban llevarme a Maracaibo. Pero yo estaba seguro que de Machiques no pasaba. Salimos a pie hasta llegar a los vehículos (los indígenas, con los troncos, no permitieron que los vehículos llegasen al casco de la hacienda). Caminamos un buen trecho. Me obligaron a subir a un jeep de

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