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126 ········\.M~!!1:'?.~~q~ ....................................... .. hasta el Tukuko. ¡Qué Calvario! No teníamos experiencia y sabíamos que si el cemento se moja se echa a perder, y había que atravesar ríos y quebradas en cantidad... Pero todo es cuestión de arrancar y, ¡para adelante se ha dicho! Adelante iban las tres mulas cargadas de cemento, detrás íbamos cuatro yukpas y un servidor. Pasamos las quebradas de Peraya y Koshira sin problemas, también el río Totayonto. Pero el Shukumo nos enseñó los dientes, venía muy crecido. Las mulas sólo lo podían pasar sin carga y a nado. ¡Vaya problema! Pasaron las mulas, los yukpas sabían nadar y no tenían problema, pero ¿y yo? y ¿el cemento? ¡Dios nunca falta! Había muy cerca de allí un árbol grande, largo y ancho que atravesaba el río de orilla a orilla. Nos desviamos del camino y por él pasamos, esta vez y varias más, con el cemento a cuestas. Una vez en la otra orilla volvimos a cargar las mulas y seguimos el viaje. Los otros ríos los pasamos relativamente bien. Llegamos a casa después de ocho horas de viaje, cansados y hechos una calamidad: pero contentos y felices de haber heecho nuestro primer viaje y metido doce sacos de cemento. Aún nos quedaban ciento ocho. Se decidió acarrear todo el cemento hasta la estación de la Virgen del Camino y almacenarlo allí y, después, poco a poco, irlo trayendo. Se consiguió una mula más y se almacenó el cemento en el Shukumo, como se había pensado. Siempre hubo que bregar con los ríos, pero se consiguió meter todo el cemento. Al terminar nos dimos unos días de descanso. A las mulas también. A éstas les dimos maíz y buen pasto del que habíamos sembrado anteriormente. Al estar descansados mulas y muleros empezamos otro transporte: diez ventanas y seis puertas para la casa nueva. La Power-Vagon y el

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