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122 ········\ Memorias ···············•···•••••••••••••••••••••••••••••••••••••• La casa que se haría la íbamos a hacer parecida a la nuestra, pero las paredes irían rellenadas de barro, formando pared, de forma que no quedarán rendijas como en la nuestra y tendrían un plano más fino y mejor preparado. Comenzamos por traer palos del monte. Como las medidas serían parecidas a las de la otra casa, teníamos ideas clara sobre la cantidad, calidad y tamaño de los mismos. Terminadas las paredes se comenzó a colocar la armazón de madera del techo para colocar el zinc. Este último material sería mejor: más grueso y más grande. El que las láminas de zinc fueran mejores, representaba un problema, pues había que traerlas en las mulas. Las mulas iban tropezando en los árboles y maleza del camino, las láminas se enredaban, se abollaban y se caían. Entonces ¿Qué hacer? Piensa que te piensa, se me vino esta idea a la cabeza: y tantos buenos muchachos que hay en el internado y, que les gusta tanto andar por el monte, ¿no les gustaría darse un paseo a Ogdebiá cargando una lámina de zinc al hombro? Esto lo pensé de noche y acostado. Al día siguiente, emprendo viaje al Tukuko acompañado de un yukpa y de dos mulas. Llegados a la Misión hacemos la visita al Santísimo y rezamos una Salve a nuestra buena Madre, les contamos en qué andamos y le encomendamos nuestro plan. Al salir de la iglesia me encuentro al P. Superior y le expongo mi idea de llevar las láminas de zinc con ayuda de los alumnos internos. Le pareció muy bien, siempre y cuando los muchachos aceptaran. Ahí mismo fui donde ellos estaban y les expuse mi plan a los mayores. Todos respondieron que sí, entusiasmados. Por la bulla de los mayores se enteraron los medianos y protestaron porque los había excluido. Yo traté de calmarlos diciendo que ellos eran un poco pequeños. Respuesta: ¡Podemos llevar una lámina entre dos! Cuando uno ve cómo Dios desvanece estos problemas, aparentemente sin solución, se