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EL INGRESO A LA ÜRDEN Entré en la Orden el 21 de junio de 1945, en el convento del Pardo, Madrid, que era seminario menor de los capuchinos. Desde el mismo día que entré, comienzo a trabajar en lo que los superiores mandaban. Así comencé el postulantado. Primeramente fui ayudante de albañilería, de otro hermano capuchino que, a su vez, había aprendido el oficio dentro de la Orden y lo hacia perfectamente. Después de unos meses pasé a la cocina, de ayudante de otro hermano capuchino de bastante edad y un bendito de Dios, se llamaba Fr. Raimundo de la Mata, era tan comprensivo con los jóvenes que, a pesar de ser bastante fuerte el trabajo de la cocina, todos los que estábamos con él, estábamos muy contentos, por su carácter y amabilidad. Después de unos meses pasé a trabajar en la huerta. Finalmente estuve trabajando en el colegio con los seminaristas. Siempre estuve de ayudante, pues así tenía que ser mientras durara el postulantado o el noviciado. Al mes de estar en el Pardo hubo capítulo provincial saliendo elegido Superior Provincial el P. José María de Chana. Con este motivo y por el fin de curso hubo una cena en la huerta y en esta ocasión ya comencé a conocer frailes de otras casas. Hasta entonces sólo conocía a los de El Pardo, que eran unos pocos, casi treinta. En esa oportunidad conocí, también al P. Mariano de Vega y al que sería, más tarde, Mons. Miguel Aurrecoechea. El P. Indalecio de Santibáñez, estaba de vacaciones en España tenía la barba negra estaba delgado y muy tieso. Lo vi, por primera vez, en esta ocasión. Cuando terminé el postulantado pasé a Bilbao. Mi postulantado duró ocho meses y medio, en él me ejercité en la oración diaria, con la Santa Misa, ejercicios piadosos y en la observancia de la regla y las constituciones. Eso, desde el primer día
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