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109 Fray Emiliano de Cantalapiedra ;-······· trabajo sería corrida y, hasta muy tarde, no volveríamos a comer. Como de costumbre unos fueron a cortar estantillos, otros a continuar con la cerca y los cocineros a seguir llevando cemento para Ogdebiá, con ayuda de las mulas. Regresamos temprano de Ogdebiá para hacer la cena. El buen cazador trajo esta vez dos paujíes y una gallina de monte, bien gorda. Cuando llegaron los demás trabajadores ya estaba la cena lista. Todos nos bañamos, cenamos, hicimos el mes de la flores en honor a nuestra Madre y nos fuimos a dormir. En el ánimo de todos estaba pendiente la pregunta de cuándo vendría otro tío tigre a asustarnos por la noche. Con esta rutina diaria fue transcurriendo el mes de mayo. Avanzábamos con la cerca que protegería las tierras de los barí de nuevas rapiñas, avanzaba la construcción de las casas de San José de Ogdebiá, para albergar el nuevo Centro Misional y manteníamos los cultivos, en Ogdebiá y en Bachichida, para nuestro cotidiano sustento. A mediados de mayo tuvimos la Santa Misa en nuestra capilla. El P. Adolfo celebró el día dieciséis, diecisiete y dieciocho. En este último día, los capuchinos de todo el mundo celebramos a San Félix de Cantalicio, primer santo de nuestra Orden Capuchina y encarnación de los consejos evangélicos que los capuchinos pusieron en vigencia. ¡Fue una gran alegría! Hicimos una hermosa fiesta a nuestro modo. Durante esta estancia del P. Adolfo, aprovechó el tiempo para supervisar las obras de Ogdebiá y visitar a los barí de los bohíos de Fátima y San Francisco. Después regresó al Tukuko. Nosotros reanudamos nuestras labores ordinarias. También, en este mes de mayo pusimos especial empeño en celebrar el día 13, Nuestra Señora de Fátima y el 24, María Auxiliadora. Mucho teníamos que agradecer a esta buena Madre su protección y amparo. En el sitio donde estábamos y en las circunstancias que vivíamos tenía especial relevancia la advocación de nuestra Señora de Fátima: el bohío